OPINIÓN    

II

Frankenstein, Dr. Spock y la izquierda latinoamericana

Carlos Jahnsen



Esta política de izquierda que se practica, prefiriendo ser pésimos educadores moralistas en vez de buenos políticos reformadores, ignora de forma flagrante la realidad material de la sociedad, es decir la creación de oportunidades de ingreso, así como la función del dinero en la sociedad. Los resultados se los ve en Venezuela. Es una política que es la causa que la moneda venezolana sea menos valiosa que un pedacito de papel higiénico. Es algo que no afecta a los responsables políticos, porque ellos están empapelados con dólares, esa moneda del imperio gringo al que tanto temor le tienen. Si los alquimistas de la Edad Media intentaron transformar metal en oro, los alquimistas del “Socialismo del Siglo XXI” venezolano lograron convertir papel higiénico en sus dólares. Maduro, por lo tanto, nunca fue ni es el forjador de una “nueva sociedad”, él es su sepulturero. En el sistema absolutista que él defiende, ocultándose detrás de la sospecha del análisis de Foucault que detrás de todo y en todo existe un poder oculto, Maduro personifica la antítesis política que se genera en una sociedad obligada a y desesperada de ser económicamente marginalizada.

Las consecuencias del descalabro del “Socialismo del Siglo XXI” son profundas para la izquierda, más aun en una época política y económica profundamente en crisis, en la que se necesita con urgencia a una izquierda política- y socialmente responsable y visionaria que sepa dar alternativas políticas viables para la superación de grandes problemas como la pobreza y la injusticia social, la desigualdad de ingreso, la destrucción del medio ambiente así como una regulación adecuada del “Frankenstein de la Wall Street”, (Stiglitz).

La izquierda que se emancipe de la fosilización y el absolutismo del “Socialismo del Siglo XXI” tiene que lograr entender claramente y leer correctamente la causa del desastre económico, social y político de ese experimento. Esta tiene que encontrar una nueva orientación, su tarea reformadora y un sentido político, económico y social. De los escombros materiales e intelectuales que deja la izquierda del “Socialismo del Siglo XXI”, la nueva izquierda tendrá que aprender, en términos de Ernst Bloch, a hilvanar la esperanza de una “utopía concreta”. Tendrá que enfrentar y entender a Marx. En ese contexto tendrá, entre otros, que aprender a aplicar la decimoprimera tesis de Feuerbach de Marx, para dejar de ser un (tele) espectador para convertirse en un actor de reformas sostenibles, entendiendo aquí, que lo mejor no es el enemigo de lo bueno.

Remover los escombros que los sepultadores de la izquierda en Latinoamérica dejan, no será ninguna tarea fácil. Será una tarea de largo aliento en la que una nueva izquierda está obligada a sacarse las gafas leninistas para superar la idea de un sistema político que no puede funcionar en Latinoamérica. Significa sacarse también los guantes de ladrones de “cuello blanco”, junto con los estigmas y las taras del poder absolutista, para aprender a ganarse y llegar a la conciencia, al mismo núcleo de la sociedad. Será decirle Sí a una democracia que no conviva con la tiranía. Será leer y entender dónde y cómo se tiene que reformar a la sociedad para lograr su evolución permanente. Debería ser una izquierda que tenga la fuerza de incorporarse y enriquecer la civilización universal. Una izquierda que sabe vincular la política con la economía, superando su defecto genético de no entender las condiciones y la lógica de funcionamiento del dinero en una economía y dejando de inventar una mentira como realidad con el solo fin del poder por el poder.

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