EDITORIAL    

Insurrección popular expulsó a Evo



Rebelión, insurrección, levantamiento popular, “golpe de Estado” y la definición que se le quiera dar, lo cierto es que los sucesos de noviembre estuvieron destinados a expulsar del poder al gobierno de Evo Morales por graves delitos políticos y económicos y no solamente por haber cometido fraude electoral, ya que tenía como objetivo eternizarse en el poder.

Aterrorizado por la conmoción social que protagonizó el pueblo boliviano a lo largo y ancho del país hasta sus últimos confines, no tuvo más remedio que escapar de modo vergonzoso, pidiendo ayuda a países extranjeros y buscando asilo para refugiarse. En realidad, el concepto con que se puede calificar la expulsión de Evo Morales no tiene la trascendencia que se le quiere dar.

Lo importante es el hecho mismo, en este caso la acción social que protagonizó el pueblo boliviano y que culminó con el aparatoso derrumbe del régimen. No se debe dar, por tanto, más importancia a lo adjetivo que a lo sustantivo; en otras palabras, ver solo la forma y no el fondo del asunto.

Con objeto de hacer ver que su gobierno se derrumbó por un “golpe de Estado”, el mandatario depuesto acude a sofismas y absurdos y así crea confusión no solo en el ámbito nacional, sino también internacional y, también, caen en esa trampa grupos sociales mal informados y seducidos por la palabrería del prófugo de México y hasta ofrecen financiarle su estadía en un país lejano, alentando, al mismo tiempo, su retorno al país que lo expulsó con la acción de las masas de trabajadores, obreros, clase media, campesinos, estudiantes, por citar solo a los más destacados y que formaron los mitines de masas que llenaron las calles de las ciudades de Bolivia durante casi un mes.

Previendo su derrocamiento del poder, el equipo de Evo Morales preparó planes para movilizar a sus seguidores en actos de resistencia. Además, los armó e hizo que estén al mando de guerrilleros de Colombia, Venezuela, etc. Dejó al país sentado sobre un barril de pólvora y tan pronto llegó a México instruyó a sus agentes ir al contragolpe mediante acciones de terrorismo que intentaban tomar el gobierno para que el prófugo de México vuelva al país. No solo eso, después de tirar la piedra empezó a pedir “pacificación”, o sea instigar en forma disimulada a mayores enfrentamientos.

La palabra “pacificación” era en realidad llamar a la subversión con el fin de que sea traído al país, maniobra que le aseguraría asaltar el gobierno y eternizarse con el título de pacificador de la subversión que él mismo podría provocar. Es más, esperaba que el nuevo gobierno boliviano caiga en la triquiñuela y le acepte hacerse presente en medio de sus allegados que cumplían los planes prefabricados, táctica que, sin embargo, fue adoptada por algunos seguidores del nuevo régimen que existe en el país sobre las cenizas del sistema que el evismo organizó durante catorce años y que pretendía eternizar con el innegable fraude electoral que intuía el pueblo boliviano, pero que lo confirmó una comisión de expertos de la Organización de Estados Americanos (OEA) .

Finalmente, sea lo que llame, con el gran levantamiento de noviembre el pueblo expulsó de forma ignominiosa del país al autócrata y ha hecho oídos sordos a la falsa “pacificación” y otras añagazas acogidas por sus militantes agazapados en el país.