Cuento pequeño

Don Julián, el Alcalde

Por, Lic Patricia Collazos Bascopé

Cien casas al rederdor de la plaza principal del pueblo, sin contar los edificios de la iglesia y la Alcaldía, una sola calle era pavimentada, las demás eran de tierra.

Este día era alegrado por una pequeña fiesta en la que anualmente se elegía a la Ñusta del Año y la Reina de la Papa, evento que reunía a la gente del pueblo y aledaños.

Don Julián era el más popular de la región, bonachón, afable, y trabajaba infatigablemente, deslumbrando a sus amigos y conocidos, relataba anécdotas de personajes del pasado; unos imaginarios y otrosd verídicos, cautivándolos por su entonación y paciencia.

Con la llegada de la democracia, la popularidad de don Julián Quipe rindió frutos; pues casi todo el pueblo estuvo de acuerdo en que él fuese el aldalde.

Dicho y hecho, todos se pusieron a hacer proselitismo y en pocos días las paredes de toda la población andina boliviana, aparecieron con el nombre del personaje, y el título de ALCALDE.

Era un sincero homenaje de los amigos, que él había cultivado durante toda su agradable vida.

Don Julián pronunciaba discursos elocuentes, promesas que tenían un sello de seriedad. Como casi todos los habitantes de su pueblo creían en él, aseguraban que sería un buén gobernante, una vez elegido, se contaría con agua, alcaltarillado y luz, y su prestigio haría importante el lugar. Le tenían mucho respeto. Los que le conocían lo admiraban, así que el contrincante al cargo se sintió con pocas posibilidades y atentamente se puso a espiar a don Julián.

El día de los colmicios electorales, todos los vecinos votaron, unos luciendo en la solapa el nombre de: Don Julián Quipe, Alcalde, otros llevaban la wiphala; sicuris entonaban su nombre. A la hora del escrutinio, hubo escasos votos para el opositor. La euforia popular fue grande, don Julián Quipe, emocionado, agradeció y pidió el apoyo de todos y dijo que todos trabajarían para todos.

El opositor, verde ira, observó que algo raro sucedía, cuando ponían un papel escito delante del Alcalde electo. El día de su posesión, Pascula Perez, su enemigo, con voz de circunstancia pidió don Julián Quipe que leyera su mensaje, todos vieron que él, cambió de color, comenzó a toser y casi al borde de las lágrimas, sencillamente dijo: “Amigos, NO SE LEER NI ESCRIBIR, Soy un analfabeto. El silencio que se produjo fue profundo y finalmente, contra su voluntad, tuvieron que posesionar como Alcalde a Pascual Pérez. Por no conocer las letras, el pobre Julián Quipe, tuvo que renunciar a lo que más ambicionó SER ALCALDE PARA SERVIR A SU PUEBLO, NO PUDO LEER DOCUMENTOS, REGIRSE POR LA CONSTITUCIÓN POLÍTICA DEL ESTADO, QUE NO ENTERNDIA Y SE ARREPINTIÓ EL NO HABER APRENDIDO A LEER Y ESCRIBIR.

A sus hijos, antes de morir, les dijo: “ LO MÁS IMPORTANTE EN LA VIDA ES EL ESTUDIO Y SABER MEJOR LO QUE SE SABE.

Este cuento lo escribo, teniendo en cuenta que en mi PATRIA BOLIVIA, EL PROBLEMA DEL ANALFABETISMO ES MUY GRANDE Y PIENSO QUE LA EDUCACIÓN MÁS QUE EL ALIMENTO DIARIO.

 
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