[David Foronda]

Miserias invisibles para el ojo humano


Hace días los obispos católicos hicieron hincapié en que nuestra sociedad se debate en medio de las miserias material, moral y espiritual. En un documento destacaron que en el presente agobia a todos que la riqueza siempre esté en manos de pocos, detentada por grupos o personas, dejando atrás la solidaridad. Aseguraron que ostentación, despilfarro y favoritismos partidarios son la miseria material.

Hablando de miseria moral, puntualizaron que la falta de fuentes de trabajo viene a significar poco menos que un suicidio, lo que decepciona cada vez más a la colectividad, al margen de los escándalos y la corrupción que están a ojos vista, fuera del flagelo de drogadicción, narcotráfico, y otros males, estando ausentes además las propuestas sin descalificaciones y con ética que es esencial para la buena convivencia de las personas.

Al hablar de miseria espiritual, señalaron que ésta nos golpea cuando nos alejamos de Dios, pues creemos que nos bastamos como hombres, pero no es así, sobre todo cuando se descalifica al diálogo sincero. Asimismo, abusos sexuales, trata de personas, sobre todo de mujeres, consumo excesivo de alcohol, también son miserias espirituales, ante lo cual es necesario un cambio en nuestra vida personal, practicar la justicia, el amor, y caminar con Dios, enfatizaron.

No dejan de tener razón los prelados católicos, puesto que ayer, y quizá hoy con más fuerza, esas miserias material, moral y espiritual nos acechan y doblegan continuamente. Pero pareciera no darse cuenta de ello nuestra colectividad y, por el contrario, muchos aparentan ser invisibles. No otra cosa significa que lo anómalo, lo irregular, el soslayar lo correcto para beneficio general, sean parte del accionar de determinados grupos o individuos, en detrimento de las mayorías. Por eso el crecimiento del contrabando y los contrabandistas, el narcotráfico, y otras lacras morales y materiales ya parecen ser normales en una actualidad lindante con el desquiciamiento

De esa manera, se puede reiterar, las miserias se hacen invisibles ante el ojo humano, porque aunque paradójicamente están a la vista de todos, siendo aceptadas inclusive -quizá de manera involuntaria- bajo la premisa de que poco o nada se puede hacer contra ellas, se percibe una sensación amarga sobre una ya declarada derrota de la sociedad, la cual, vencida de antemano y carente de recursos y argumentos para enfrentar dichos males decididamente, no tendría más remedio que sucumbir de forma inexorable.

No en vano en alguna oportunidad hemos sostenido, por ejemplo, que el contrabando genera “status social”, y mencionábamos que muchas personas muestran a otras como gente que supo triunfar en la vida: “¿ha visto, usted?, ese señor sí que sabe trabajar, tiene tantas casas, autos y dinero que hay que ser “negociante” como él”. Demás está reiterar que “don dinero” también concede semejantes halagos, aunque no interese de dónde provenga la exorbitante cantidad de bienes y billetes.

Así ¡cómo no van a ser invisibles las miserias material, moral y espiritual! y, por supuesto, tantas otras miserias y descalabros que van doblegando inmisericordemente al ser humano, porque de por medio siempre estarán la angurria y la sed de poder en todo sentido.

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