[Ramiro H. Loza]

Ojos y oídos atentos en La Haya


Las actuaciones de los Estados -casi todas- tienen doble filo y tanto más lo que se hace o deja de hacer en el escenario internacional. Así vistas las cosas, la presencia del Presidente Evo Morales a la entrega de la memoria marítima ante la Corte Internacional de la Haya concita diferentes apreciaciones. Una primera mirada podría ser la de dar la mayor solemnidad posible y trascendencia a la demanda, pues en los anales de ese alto tribunal supranacional no se registra nada similar. También puede tomarse en cuenta que la causa marítima compromete la más profunda sensibilidad nacional y un modo de dar corporeidad a esa inquietud habría determinado el periplo presidencial. No obstante, no debe perderse de vista que el carácter estrictamente judicial de la Corte Internacional excluye cualquier acción no circunscrita a las prácticas correspondientes.

Es conocida la preferencia del primer mandatario por no hurtar ninguna oportunidad para hacerse presente y desgranar sus discursos, aunque esta vez no llevó más agua a su molino en su intervención en las oficinas de la Embajada en Holanda, discurso sólo recogido por los medios internos de país, por lo que se ubica como parte de la campaña electoral que embarga al oficialismo. No es solamente opinión nuestra sino de experimentados diplomáticos del exterior, quienes juzgan que hechos como el anterior contaminan políticamente el eje central en el cual debe girar la gestión marítima iniciada.

Quien siga acuciosamente la causa planteada, advertirá que sus mejores compañeras deben ser la prudencia y la discreción, para evitar cualquier desliz que la comprometa de un modo u otro. Opuesto a esto se percibe incontinentes apreciaciones de ministros, diputados y funcionarios redundantes en lugares comunes del tema marítimo. Frente a declaraciones desde Santiago, unas más subidas de tono que otras, resulta más auspiciosa la serenidad. La hora de la polémica parece haber pasado y dependemos de la justicia internacional. Los medios de comunicación harían un enorme servicio a la buena marcha de la situación si recogieran sólo lo sustancial hacia el objetivo deseado.

Los negocios internacionales se desenvuelven mejor con cautela y medida. Los mejores logros y los alcances más talentosos huyen del bullicio y de las bravatas y se procesan mejor en la austeridad de los gabinetes. No se debe olvidar que la decisión de llevar a juicio la demanda marítima coloca al país ante cierta expectativa internacional y cuanto obre el Gobierno Nacional en ese plano e inclusive en su conducta general, repercutirá con signo positivo o negativo en los magistrados llamados a fallar al respecto. Lo cierto es que junto a la causa en sí, se valora paralelamente la psicología y la actuación de las partes. Las observaciones científicas afirman que ningún juez escapa a tales influjos y es recomendable tenerlo presente.

Si las cosas discurren así y el pasado también cuenta, algunas declaraciones anteriores de nuestro Gobierno podrían influir en la Haya en función del éxito o fracaso de la demanda. Para circunscribirnos a algunas, tenemos el apoyo explícito al presidente de Siria, Bashar el Asad, considerado a nivel internacional genocida de su propio pueblo; lo propio ocurrió respecto del Gobierno de Venezuela, sin valorar su política dictatorial y represiva. Otro traspié fue la invitación y visita de un personaje iraní sindicado de un atentado luctuoso contra israelitas en Buenos Aires. La ideologización extrema proyecta imágenes no siempre auspiciosas y pese a propuestas como la del rescate de la “madre tierra” o el derecho universal al agua, no logran equilibrar la balanza.

Tampoco ha sido prudente la declaración de activar en Chile con los movimientos sociales, en palabras de la nueva Consulesa General en Santiago al momento de jurar el cargo. Lo acontecido en el teatro Caupolicán de esa ciudad con la asistencia del presidente Morales, si bien gratificante para nuestra magna causa, es probable que tuviera efecto contrario en los sectores chilenos más influyentes, acentuando su encono. En esta controversia en la cual Bolivia cifra sus esperanzas centenariamente acariciadas, es necesario andar con pie de plomo y optar siempre por el camino más llano y en lo posible evitar cuanto obstáculo asome.

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