El operativo pudo acabar en desastre



Miles de soldados estadounidenses participaron en el mayor operativo para derrotar al nazismo que angustiaba al continente europeo.

Cuando en la madrugada del 6 de junio de 1944 los 20.000 paracaidistas aliados lanzados la noche anterior consiguieron colocarse detrás de la primera línea defensiva nazi, con el objetivo de asegurar las vías de comunicación, impedir la llegada de refuerzos alemanes y provocar sabotajes, el general Eisenhower ya tenía preparado un breve discurso para anunciar que la batalla para salvar al mundo había fracasado. Era el “mea culpa” ante la más que probable posibilidad de que la mayor operación de invasión por mar de la historia (con la movilización de 175.000 soldados, 50.000 vehículos, más de 5.000 buques y 15.000 aviones en apenas 24 horas) hubiera acabado en desastre, publicó ABC.es

“Por fin ha llegado el día D y la hora H. La invasión era inevitable”, comenzaba la crónica de ABC sobre el desembarco de Normandía, hace 70 años. Una operación que había costado a los aliados dos largos años de minuciosas y secretas preparaciones. Dos años de nervios, tensiones e incertidumbres, de ingenio, esfuerzo, experimentación, confidencialidad y planes de engaño de amplio alcance, en el que estuvieron involucrados decenas de miles de hombres y mujeres de las profesiones más variadas: obreros industriales, ingenieros, constructores, técnicos, espías, militares, funcionarios, profesores, miembros de la resistencia en la clandestinidad o inventores, entre otros. A estos había que sumar la participación de un centenar de empresas y organizaciones especiales, que proveyeron todo el equipamiento necesario.

Un dispositivo sin precedentes en la historia militar en el que la más mínima falla de coordinación habría significado una derrota de dimensiones históricas que habría concedido a Hitler la posibilidad de una victoria final en la Segunda Guerra Mundial. “No estaba convencido de que ese fuera el único modo de ganar la guerra”, declaraba un Churchill que, durante la noche del 6 de junio de 1944, estaba convencido de que lo despertarían de madrugada para comunicarle el desastre.

DUDAS EN EL OPERATIVO

Franklin Delano Roosevelt, que tuvo que superar sus reticencias y las discrepancias mantenidas con Churchill acerca de tamaña operación durante dos años, fue despertado por su esposa Eleanor en la Casa Blanca, a las 3 de la madrugada, con las primeras noticias del desembarco. Ese fantasma del fracaso siempre estuvo presente, a pesar de la energía y el ingenio desplegados en la planificación de la operación “Overlord”, como fue bautizada.

Durante los meses precedentes se había librado un largo y tenso debate sobre si aquel desembarco era el mejor modo de acabar con el dominio nazi en Europa. El mismo Churchill tenía serias dudas, que mantuvo en las primeras y en las últimas fases de la preparación. Incluso después de que hubiese tomado la decisión de emprender un desembarco a través del Canal de la Mancha, el primer ministro británico apostó por otras iniciativas militares que finalmente fueron descartadas.

No era para menos. El fracaso del desembarco hubiese sido un desastre para la causa aliada, ya que Hitler habría tenido oportunidad de recuperar su influencia. De hecho, disponía de los recursos necesarios para ello: bombas nuevas y misiles de gran fuerza destructiva, con cargas de una tonelada; submarinos de larga distancia que podían haber llegado a la costa oriental de Estados Unidos sin necesidad de repostar, y minas contra las que no existía defensa conocida, cuya fabricación estaba a punto de concluirse (las primeras muestras se emplearon, precisamente, el Día D). Y además, un enorme contingente de aviones, tanques, tropas y armamento -un tercio de las fuerzas de combate de la primera línea alemanas- habría podido hacer frente a la ofensiva oriental soviética, planificada por los aliados como continuación del desembarco normando.

 
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