El idioma aymara lleva muchos siglos de vigencia, y naciones o comunidades de varios países de América Latina (sur de Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, norte de Chile y Argentina) lo han hablado mucho y es el tiempo en que el aymara pasó de la condición de dialecto a idioma; sin embargo, en los últimos años, en nuestro país, se ha decidido que sea hablado, previa enseñanza, en lo posible por todos los habitantes; pero…
Por la idea de lograr que sea enseñado en lo inmediato en escuelas y colegios, el Ministerio de Educación -cuyo titular, al igual que el Presidente y el Vicepresidente de la República, no lo hablan- improvisó profesores y, en casos, los trasladó de las áreas rurales para que “enseñen aymara”. Lo grave es que casi la mayoría de ellos ha castellanizado este idioma y lo ha deformado completamente.
Lo más grave es que en la enseñanza se introduce, por ejemplo, la letra X que el aymara no tiene ni en su escritura y menos en su pronunciación porque es gutural, labial y lingual. La escritura es sobre la base de la h y la diéresis; la x no tiene cabida en ninguna de sus palabras. Esta enseñanza ha sido impartida, muy a medias, en escuelas y colegios y hasta abarcó algunas dependencias del sector público porque se dijo que los empleados del Gobierno “deben hablar y escribir el aymara o cualquiera de otros idiomas vernáculos”. Se introdujo la x y el hablar resulta totalmente diferente a su forma original.
Es importante que el Ministerio de Educación examine sus disposiciones y si se tiene que enseñar aymara, quechua, guaraní o cualesquiera de los dialectos e idiomas que se habla en el país, se lo haga conforme a reglas claras, que no se deforme esas lenguas que son ricas en todo tipo de expresiones. El caso del aymara es patético porque la deformación introducida por “profesores”, ha resultado totalmente contraproducente.
Es preciso examinar -y el Ministerio puede y debe hacerlo- textos importantes, escritos por estudiosos, como libros y diccionarios que muestran claramente la forma cómo se escribe y lee. No caben las improvisaciones y menos la idea de que “todos hablen” signifique hacerlo con aberraciones que lo único que harán es contribuir a que el idioma sea rechazado hasta que desaparezca, cuando debe sobrevivir pese a quienes buscan adulterarlo hasta extremos inconcebibles.
Que hay urgencia de no olvidar los idiomas nativos por parte de quienes lo hablaron, es innegable; que es urgente enseñar en escuelas conjuntamente el español y el inglés o cualquier idioma, es preciso y urgente como medios de comunicación y las nuevas generaciones de ciudadanos del país no deben ignorar estos medios importantes de la comunicación grupal y personal.
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