Nueva opción para la causa marítima

La vecindad suele ser la base de la amistad y de la cooperación mutua. En el caso boliviano-chileno ha sido más bien de discordia y confrontación. ¿Podemos mantener esta situación en forma indefinida? La racionalidad y la madurez aconsejan que NO.

En esta época, en que se están perdiendo las diferencias geográficas y esencialmente los intereses individuales, a la postre sólo prevalecerán las regiones y los continentes. Los países que opten a la inversa, estarán condenados al aislamiento, a vivir en la periferia, si acaso no a sucumbir.

Al presente, existen grandes asimetrías en lo que concierne al desarrollo de Chile y Bolivia. La única manera de superarlas será sacar mutuas ventajas de lo que tienen. Compartirlas, ya sea a través de la intensificación de los intercambios, o concertar la integración.

Si se imagina lo que serían Bolivia y Chile formando un bloque unido, de seguro que se pondría en evidencia el surgimiento de una región de grandes perspectivas en Sudamérica.

Es en aras de este futuro, antes de vivir sumergidos en el pasado, Bolivia y Chile deben entenderse AHORA, dejando de lado los empecinamientos, los rencores y los patrioterismos que, al cabo de más de 100 años de distanciamiento, se han tornado insubstanciales.

Sólo conducen a mayores resentimientos y acritudes. ¡Nada se construye con la revancha y el odio! De acuerdo con los informes periodísticos, por iniciativa de la presidente Michelle Bachelet, acogida favorablemente por el Jefe del Estado boliviano, Evo Morales, se abrió la perspectiva de restablecer al diálogo entre los dos países.

El encuentro de los mandatarios se produjo a la conclusión de su asistencia a la tercera Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), realizada en Costa Rica, la semana anterior. Duró 15 minutos y fue “a puertas cerradas y privada”, informó el medio oficial del gobierno de La Paz.

El canciller de Chile, Heraldo Muñoz, hasta hace poco muy beligerante con Bolivia, expuso a los periodistas chilenos que el encuentro estuvo marcado por “las responsabilidades de Estado” de la presidente Bachelet.

Muñoz fue más explícito, al entrar en materia sobre las relaciones de su país con Bolivia, lo que permite estimar que la reapertura del diálogo –estuvo abierto hasta 2010- esta vez tendería a ser concluyente y quizás hasta definitivo para resolver la mediterraneidad boliviana.

Estas fueron sus palabras, cargadas de mucha significación: “Somos países vecinos, tenemos algunos intereses comunes en materia de integración económica, de turismo, de cultura y, por lo tanto, (los mandatarios) conversaron sobre la conveniencia de ir reponiendo los mecanismos para, justamente, conversar sobre los temas de interés común”.

Tuvo, además, una apertura más allá de lo que hasta ahora Chile no aceptaba. “Evidentemente -dijo- el asunto marítimo está radicado en La Haya (Corte Internacional de Justicia) y permanece allí. Eso no significa que no podamos conversar sobre materias que son de interés común de los dos países”.

Como quiera que para Bolivia es prioritario el tema marítimo, cabe hacer algunos alcances acerca del trámite que se efectúa en La Haya.

Chile no aceptó intervenir en el juicio, pero como país miembro de las Naciones Unidas está comprometido a cumplir las decisiones de la Corte Internacional, según el Art. 94, parágrafo 1, de su Estatuto. No se estableció plazo fijo para la emisión de las mismas. En Bolivia, expertos consideran que podría demorar unos cuatro años.

El parágrafo 2, del Art. Citado, dice: “Si una de las partes en un litigio dejare de cumplir las obligaciones que le imponga un fallo de la Corte, la otra parte podrá recurrir al Consejo de Seguridad, el cual podrá, si lo cree necesario, hacer recomendaciones o dictar medidas con el objeto de que se lleve a cabo la ejecución del fallo”.

La demanda que planteó Bolivia es únicamente para que la Corte disponga la apertura del diálogo con Chile sobre la demanda marítima. Por las instancias que corresponde allanar, el diálogo podría prolongarse, sin límite de tiempo. Aparte, no hay seguridad o garantía alguna de que concluya en términos positivos para el país.