[Raúl Pino-Ichazo]

Eliminar los reductos por la convivencia pacífica


Entre los seres humanos es muy común establecer reductos por afinidades como profesión, carácter y tendencias políticas, entre otras.

Se cumplieron 10 años con la dirección en el gobierno del presidente Morales. Es un punto de inflexión muy importante por el análisis ponderado, desapasionado y exento de la expresión limitada de los reductos, que a todo ciudadano le corresponde al estar compenetrado en el interés por su patria como causa y el resultado de la gestión como aspiración legítima de un progreso incesante para Bolivia.

Si se hace un repaso sosegado y muy tolerante de las opiniones de la gente que escribe y habla en los medios de difusión, sobre el evento de la asunción del presidente Morales a su tercer periodo constitucional y la posesión de sus ministros, se extrae, ponderadamente, que en general se ejercita una crítica no propositiva sino un criticismo que es inherente a un sentido accesorio censurable; se denota un exceso de crítica, una unilateral acentuación de la actitud crítica.

Esta hipertrofia del ejercicio crítico sesgado impide reconocer los innumerables aciertos que este Gobierno ha cimentado como pilares de sus gestión: la inclusión social, cuyo alcance para el futuro de Bolivia es determinante, verdad irrefutable, no sólo por el aspecto material del incremento del universo tributario, sino por la consolidación de la unidad en la diversidad social, donde todos somos iguales, desposeídos de vestigios inflamables de racismo, que evita los agravios comparativos y la emergencia de una sociedad violenta.

La administración estatal de la riqueza del subsuelo comparativamente es más efectiva en lo tocante a negociaciones de precio y distribución equitativa de la riqueza en las diferentes regiones que deben emprender sus proyectos y cristalizarlos; pues dinero existe. Todo esto, por sana lógica, está sujeto a las contingencias del mundo económico, o sea la posibilidad de existir o no dificultades. El análisis como alternativa prescribe las peculiaridades concretas de su método y nunca aplica un sentido riguroso, pues perfección no hay en ningún gobierno, sólo el análisis debe guiarse, sin excluir el método, por el sentido común; de esta forma se elimina el pensamiento o interpretación unilateral de una gestión. En este tema es ineluctable reconocer que se suscitan logros como impronta del Gobierno y cuya aplicación reverbera en otros países.

El manido y poco imaginativo recurso de atribuir la buena conducción de la macroeconomía del país a la coyuntura del precio elevado de los hidrocarburos es pueril; ya hubo gobiernos anteriores que disfrutaron de esa coyuntura benéfica, empero las obras de infraestructura y sociales, fueron escasísimas, comparadas con las realizadas actualmente en todo el país.

Sin duda hay problemas sin solución estructural inmediata como la justicia, empero no es deleznable la preocupación del presidente Morales y las medidas que propone y ordena su implementación. La corrupción es otro mal endémico de la administración pública, que requiere un inmediato replanteamiento sobre la conducta moral de cada servidor público que dispone, recibe, invierte o contrata en nombre del Estado. Aquí existe una rigurosa obligación de formar una recta conciencia reflexionando, estudiando y comprobando la actitud cotidiana de cada servidor público, adoctrinándolos pacientemente en cursos meticulosamente preparados en el ejercicio de la honestidad, como bien supremo de cada individuo y, en ello, se debe invertir. Existen otros temas positivos realizados que por la limitación de la columna no es posible reflejar.

También es muy común que los reductos enardecidos no reconozcan la realidad del ámbito donde viven y ponderen sus críticas que son indispensables para validar la pretensión y establecer la cultura de paz. Los reductos deben realizar cotidianamente un repaso a los medios escritos de difusión y con mucha atención a los orales, para concluir que es vital leer y escuchar para obtener la lectura precisa y exacta de los sentimientos del pueblo; así se evita continuar con un egocentrismo de grupo que perjudica a la colectividad, en suma al bien común de la colectividad.

De esta forma se preserva la cultura de paz y el bien común, que no es otra cosa que dar y reconocer a cada cual lo que le corresponde, expresado jurídicamente, único medio de salvaguardar el interés de la población ante los del reducto.

El autor es Abogado Corporativo, postgrado en Arbitraje y Conciliación.

 
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