El materialismo filosófico

Nicolás Lascours (OTRO VIENTO)


Carlos Marx, filósofo, sociólogo y economista alemán (1818 - 1883).
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La historia de la filosofía y la historia de la ciencia social enseñan con claridad que el genio de Marx consistió en haber dado soluciones a los problemas que habían sido planteados ya por el pensamiento avanzado de la humanidad. Él fue heredero de lo mejor que desarrolló la reflexión humana del siglo XIX en la obra de la economía política inglesa, el socialismo francés y la filosofía alemana.

A partir de 1844-1845, época en que se forman sus ideas, Marx se hizo partidario del materialismo de Ludwig Feuerbach. Para él, la importancia de éste autor consistió en haber roto resueltamente con el idealismo de Hegel y en proclamar el materialismo, que todavía en el siglo XVIII, sobre todo en Francia, representaba la lucha no solo contra las instituciones políticas existentes, contra la religión y la teolo-gía, sino que también, contra toda meta- física.

Escribió Marx: “Para Hegel, el proceso del pensamiento, que él convierte incluso, bajo el nombre de idea en sujeto indepen-diente, es el demiurgo (el creador, el en-gendrador) de lo real… Para mí, por el contrario, lo ideal no es más que lo mate-rial transpuesto y traducido a la cabeza del hombre” (Capital, t. I. Prólogo de la 2da edición).

Marx rechazaba no solo el idealismo en-lazado siempre, de uno u otro modo, con la religión, sino también el punto de vista de Hume y Kant, singularmente desarrollado en la historia de la filosofía, es decir, el escepticismo y el criticismo. Del mismo modo, impugnaba el positivismo en sus diversas modalidades, reputando semejante filosofía como una concesión “reacciona-ria” al idealismo.

Marx no se detuvo tampoco en el materialismo del siglo XVIII, sino que le imprimió un nuevo impulso a la filosofía. Junto con Engels reconocieron como defecto fundamental del viejo materialismo, inclu-yendo el de Feuerbach, que:

1°) este materialismo era predominante-mente mecánico, y no tenía en cuenta el moderno desarrollo de la química y de la biología.

2°) que el viejo materialismo era no histórico, antidialéctico y no aplicaba conse-cuentemente, y en todos sus aspectos, el punto de vista del desarrollo.

3°) que los materialistas concebían al “ser humano” de un modo abstracto, y no como el conjunto de todas las relaciones sociales determinadas de un modo históri-co concreto, razón por la cual se limitaban a “explicar” el mundo, cuando de lo que se trata es de transformarlo, es decir, que no comprendían la importancia de la actua-ción revolucionaria práctica.

El elemento más importante con el cual Marx enriqueció el materialismo fue la ad-quisición de la dialéctica. La dialéctica es la ciencia de las leyes generales del movi-miento, del mundo y del pensamiento. Esta idea, tal como fue formulada por Marx y Engels, basándose en Hegel, supera la te-sis y la antítesis en el momento de la sínte-sis. Implica una evolución, por así decirlo, en espiral y no en línea recta, un desarrollo catastrófico, revolucionario, provenientes de las contradicciones de las distintas fuer-zas que actúan sobre un cuerpo dado den-tro de los límites de un determinado fenó-meno o en el seno de una sociedad dada.

La comprensión del carácter inconse-cuente del viejo materialismo, llevó a Marx a la convicción de la necesidad de poner la ciencia de la sociedad en consonancia con la base materialista y de reconstruirla so-bre esta base. Si el materialismo, en gene-ral, explica la “conciencia” por la existencia y no al revés, en su aplicación a la vida social de la humanidad, el materialismo exige que la conciencia social se explique por su ser social: “La tecnología descubre la actitud activa del hombre ante la natura-leza, el proceso inmediato de producción de su vida, y con ello las condiciones so-ciales de su vida también y de las repre-sentaciones espirituales que de ella ema-nan” (Capital, t. I, capítulo 13, ap. I).

En el prólogo a su obra Contribución a la Crítica de la Economía política, Marx formuló de un modo completo las tesis fun-damentales del materialismo aplicado a la sociedad humana y a su historia. Ahí seña-la que en la producción social de su vida, los hombres contraen determinadas rela-ciones necesarias, independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a un determinado grado de desarrollo de sus fuerzas productivas ma-teriales. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y políti-ca, y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social.

El sistema de producción de la vida ma-terial condiciona todo el proceso de la vida social, política y espiritual. No es la con-ciencia del hombre la que determina el ser, sino, contrariamente, su ser social el que determina su conciencia. Al llegar a un de-terminado grado de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad cho-can con las relaciones sociales de produc-ción existentes, o lo que es lo mismo, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han movido hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas, abriéndose así una época de revo-lución social.

Al cambiar la base económica, se trans-forma más o menos rápidamente, toda la inmensa superestructura erigida sobre ella. Cuando se estudian estas transforma-ciones, hay que distinguir siempre entre las transformaciones materiales operadas en las condiciones económicas de produc-ción y las formas, en general, ideológicas en que los hombres cobran conciencia de este conflicto. No podemos juzgar las épo-cas de transformación por su conciencia, sino que, por el contrario, hay que explicar-se esta conciencia por las contradicciones de la vida material, por el conflicto existen-te entre las fuerzas productivas sociales y las relaciones de producción.

El marxismo señaló el camino para un estudio universal del desarrollo y de la ca-ducidad de las formas económico-socia-les, examinando el conjunto de todas las tendencias contradictorias, reduciéndolas a las condiciones exactamente determina-das de la vida y de producción de las dis-tintas clases de la sociedad. Son los hom-bres los que crean la historia, y sobre esto dirigió su atención Marx mostrando el ca-mino para el estudio científico de la historia como un proceso regido por leyes, pese a todo su enorme carácter multifacético y contradictorio.

El genio de Marx está en haber deduci-do, antes que nadie, la clave para com-prender las contradicciones que se dan en el seno de la vida social en toda sociedad pasada y presente: la lucha de clases. Es este concepto el que esclarece el papel histórico del proletariado, el mismo que nos permite comprender las contradiccio-nes entre los intereses de clase, y deter-minar así los resultados de estas aspira-ciones de clase.

Y el núcleo del cual se originan las con-tradicciones entre los intereses de una cla-se y otra, no es otro que la diferencia en cuanto a las condiciones de vida de una clase y su relación con los medios de pro-ducción, que ha dirimido las relaciones de fuerza en toda sociedad a lo largo de la historia:

“La historia de toda la sociedad anterior - escribe Marx en el Manifiesto Comunista - es la historia de la lucha de clases… De todas las clases que hoy se enfrentan con la burguesía, sólo el proletariado es la cla-se verdaderamente revolucionaria. Las demás perecen y desaparecen con la gran industria, mientras que el proletariado es su producto más genuino. Las capas me-dias, el pequeño industrial, el pequeño co-merciante, el artesano, el campesino, to-dos combaten a la burguesía para salvar de la ruina su existencia como capas me-dias. No son, por tanto, revolucionarias, sino conservadoras. Más aún, son reaccio-narias, quieren volver atrás la rueda de la historia. Y cuando son revolucionarias, lo son mirando a su paso inminente al prole-tariado, defendiendo, no sus intereses ac-tuales, sino sus intereses futuros, abando-nando su posición propia, para situarse en la del proletariado”.

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