MISCELANEAS

Los más miserables


Uno de los avaros más notables de que haya memoria fue John Elwes, de Suffolk, que vivió en el siglo XIX. Heredó 150.000 libras esterlinas de un tío, avaro también, y otros 100.000 de su madre, que se dejó morir de hambre.

Acostumbraba acostarse siempre al anochecer para ahorrarse el gasto de la luz. No prendió la chimenea jamás, así no compraba leña, y en los días muy fríos ca-minaba de un extremo a otro de su habitación para entrar en calor. Comía los mendrugos de pan que encontraba. No hizo lustrar jamás sus zapatos, porque decía, se gastaban.

El único sombrero que tuvo en su vida lo sacó de un cajón de desperdicios. Él mismo era su peluquero y jamás estreno ropa nueva. En tal estado vivió noventa años. Cuando murió dejó una enorme fortuna de 800.000 libras esterlinas.

En otro caso, Shanky William no le iba a la saga. Acumuló una fortuna, del cual no gastó nada para su propia comodidad. Vivió y murió en una módica casa de pen-sión. Su último acto, pocas horas antes de morir, toca los límites de una avaricia increíble. Hizo llamar a tres agentes de dis-tintas facultades de medicina, los citó a horas distintas, y vendió a cada uno su ca-dáver por tres guineas.

Thomas Cooke, otro avaro del mencionado siglo, fue además un granuja. Vivió simulando que se desmayaba en la calle. Este procedimiento le permitió alimentarse y hasta beber gratis algunas veces. Cuando murió dejó 100.000 libras esterlinas. Enterado de la conducta de este señor, el día del entierro, los vecinos del lugar arro-jaron huevos putrefactos y otros desperdi-cios a su ataúd. De ¡Aquí está!

 
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HOMENAJE AL DÍA DE LA BATALLA NAVAL DE RIACHUELO

Instantes de la ceremonia protocolar.


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