[Harold Olmos]

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Las aguas turbias del norte


En el norte sudamericano emerge una disputa que eriza los cabellos de las cancillerías de la región. Un nombre que parecía exótico al oído hispanoparlante empieza a ser lugar común y peligroso: Esequibo, una derivación, dicen los historiadores, de Juan de Esquivel, el navegante hijo de Colón que se aventuró por costas más allá del Caribe y confirió a la región un nombre que cada cierto tiempo equivale a tensiones y trae malos recuerdos del poder colonial inglés.

El cuadrilátero de la disputa tiene a Guyana en una esquina, y a su lado a todos los países anglófonos del Caribe, incluso de ALBA, la agrupación geopolítica forjada por el comandante Hugo Chávez y sustentada por petrodólares otrora abundantes. En la otra esquina está Venezuela, armada de mucha retórica, sin ningún apoyo externo ostensible y escindida por antagonismos internos que parecen superar los límites para una reconciliación racional.

La disputa incomoda y enmaraña a la región. Cuba, para citar un caso, es aliada íntima del gobierno social-chavista de Venezuela, a donde ha enviado a decenas de miles de médicos y maestros que trabajan en salud y educación y otras áreas, y de donde aún recibe suministros importantes de petróleo subsidiado. (Con la declinación de precios, el subsidio puede haberse evaporado de manera natural, pero la presencia de profesionales representa valores contratados que Cuba no tiene condiciones de cambiar.) Con Guyana, Cuba tuvo relaciones siempre estrechas, parte de la red de amistades que forjó durante décadas con las islas anglófonas. La Habana sabe que con ellas no debe crear las susceptibilidades que generaría un apoyo abierto a Caracas en desmedro de Georgetown. Aun sus amigos más próximos y beneficiados por la que un tiempo fue la billetera más repleta y abierta del continente trepidan ante una perspectiva de inclinarse por Venezuela que resultaría como agarrar una granada. Otro ejemplo sería Bolivia: ¿colocarse del lado de Guyana, un campeón del tercermundismo, y malograr la relación histórica vital que ha tenido con Venezuela? Eso equivaldría a olvidar que Hugo Chávez llegó a decir, para disgusto de Chile, que deseaba tomar sol en playa boliviana del Pacífico? Bajo cualquier análisis, es un asunto complicado.

La disputa plantó raíces hace 116 años, cuando un laudo arbitral internacional adjudicó la región a Gran Bretaña, entonces el mayor poder naval y colonial del mundo. Venezuela no tuvo una representación propia y su lugar en el tribunal de cinco miembros estuvo a cargo de dos magistrados norteamericanos. Los otros eran dos ingleses y un ruso que se suponía neutral. Hasta ahí, la cuestión parecía acabar. Pero en sus memorias póstumas conocidas (1949) a los 50 años del laudo que fijó los límites de Venezuela con la región entonces bajo dominio inglés, uno de los abogados denunció que el ruso había presionado a sus colegas norteamericanos para favorecer la posición inglesa y definir los límites adjudicando a Guyana todo el lado oeste del Esequibo. El laudo había sido fraguado.

Venezuela lo declaró sin valor en 1962, pero para entonces el gobierno inglés estaba camino a conceder independencia a Guyana. En contra de los deseos de Venezuela, que quería el entuerto arreglado antes de que su vecino se convirtiese en nación independiente, en 1966 nació Guyana como ente soberano a cargo de una región que Venezuela reclamaba como suya. Fue un momento curioso de inflexión de las percepciones sobre dos países. Venezuela era hasta entonces vista como una víctima frente al poder inglés que la despojaba de una porción importante de su territorio, unos 150.000 kilómetros cuadrados, casi el tamaño del departamento de La Paz. Pero la riqueza petrolera la convertía en potencia frente a una nación que surgía pobre y de la que reclamaba más de dos tercios de su extensión territorial.

La región de la que Venezuela se siente despojada y por la que Guyana se siente amenazada es rica en petróleo y minerales, inclusive uranio y otros de carácter estratégico. Y no solo en tierra firme. No es fantasía hablar de la riqueza petrolífera potencial de un país vecino de Venezuela, detentora de las mayores reservas del mundo, y Trinidad y Tobago, el mayor productor del Caribe (85.000 barriles diarios). La gigante petrolera Exxon anunció hace poco que ha descubierto petróleo en la plataforma continental que Venezuela considera parte de su reclamación sobre Guyana. La susceptibilidad de Venezuela tocó las nubes al saber que entre los concesionarios de áreas ricas potencia está China, su mayor proveedora de inversiones y créditos.

La escalada de tensiones tuvo un momento destacado con el apoyo de los 15 miembros de Caricom, que dejaron a un lado los años y petrodólares invertidos por Hugo Chávez para granjearse su apoyo o al menos por considerar la posición de Venezuela. Se alinearon con Guyana sin reservas.

Para la nación bolivariana no es un gran momento para encarar el desafío. Corta de recursos y con un petróleo que solo apunta a la baja, la inflación interanual es supera el 200% interanual, a solo pasos de la espiral de vértigo experimentada por Brasil, Argentina y Bolivia en las décadas de 1980 y 1990, cuando los precios subían de una hora para otra. El porcentaje es sólo estimación, pues el Banco Central no emite informes desde hace un año y medio.

Sin que su causa genere mayores simpatías entre sus vecinos pero con respaldo interno absoluto, Venezuela ha acudido a las Naciones Unidas en busca de mediación. (Hay mecanismo previsto por un acuerdo en Ginebra en1966, tres meses antes de la independencia guyanesa). Con todo el Caribe anglófono en contra y ninguna voz sudamericana equivalente a su favor, la que está en curso parece una partida en la Venezuela luce en terrible desventaja. Pocas veces las aguas tibias del Caribe y norte del Atlántico sudamericano estuvieron tan calientes.

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