[Manfredo Kempff]

¿Por qué irse del poder?


Los políticos siempre cometen errores de los que pueden arrepentirse durante toda su vida. Uno de los errores más comunes es no saber hasta dónde llega su fuerza para mantenerse incólumes y el otro -relacionado con lo anterior- prestar oídos a quienes los animan a no soltar el “maravilloso instrumento”, recurriendo a adulos y muchos intereses. En la actual situación boliviana el tema es más complejo todavía, porque resulta que S.E. ama desmedidamente el poder aunque jure lo contrario, y porque sus cortesanos temen dejarlo debido a los innumerables juicios que al día siguiente pueden caer.

S. E. no soñó jamás llegar a la Primera Magistratura y él mismo lo declara así. Eso es lógico, ya que con haber sido presidente de las seis federaciones de cocaleros del Chapare y hasta diputado nacional, estaba por demás satisfecho. Equivocaciones de algunos gobiernos anteriores al 2005, que produjeron un creciente descontento, llevaron al extremo de que gente de buena fe creyó que S.E. era el bálsamo que el país requería para aliviar sus males. Miraron en él a un hombre humilde y abusado, pobre y honesto, mal orador pero con tres o cuatro ideas básicas que se comprendían de tanto escucharlas. Y si no se entendían, ¿quiénes en Bolivia prestan atención a los que dicen sus mandatarios? Eso y algunas estupideces de sus adversarios “neoliberales” lo llevaron al mando.

¿Qué haría en su primer día en el Palacio? Suponemos que por lo menos ese día se sentó en La Silla (con mayúsculas) aunque fuera para sacarse una foto. Después ya no le interesó para nada estar en la vieja casa republicana por la que tantos se odian y pelean. Pasaron casi diez años y S.E. sigue creyendo que gobernar es fácil; cosa de ordenar y listo. Porque obviamente no administra el Estado. Entonces, si gobernar es disfrute y aplausos, ¿para qué irse? ¿Si no había sido ni tan sacrificado ni tan peligroso? ¿Si no había sido necesario salir a pedir plata prestada como hacían los de la Bolivia fracasada? ¿Por qué hacer caso a una Constitución que era buena pero que ya está caduca, si se la puede mejorar mucho expresando claramente que un buen presidente puede quedarse el tiempo que sea? ¿Acaso no lo dicen sus más allegados asesores constitucionalistas? ¿No lo dice el Álvaro que es un demócrata reconocido mundialmente?

Esa es la interpretación de S.E. sobre el oficio de gobernar, que la obtiene de tanto oír lisonjas y vítores. A cualquiera le sucedería aquello sin duda. Con un país repleto de millones en sus manos, gracias a los gases que surgen de lo más profundo de la Pachamama, repartiendo bonos y premios a troche y moche, no pareciera necesario ni justo que venga otro hermano -de su partido o no- y se aproveche de todo; del bello avión Falcon que compró él y de los diarios viajes en helicópteros adquiridos por él y de un tremendo palacio que está en construcción, con una maravillosa suite con vista al Illimani, que no la estrenaría él. Además de calles, plazas, colegios y poblados que llevan su nombre y que los borrarían en un dos por tres; de títulos universitarios honoríficos que le dan por todas partes, con toga y birrete, que se las darían a otro hermano; partidos de fulbito en los que siempre gana su equipo y que dejaría de jugar más; y de las cotidianas entregas de obras donde hay música, baile y rica comidita criolla. ¿Cómo dejar eso dentro de cuatro años, nada más, debido a un librito cualquiera que se puede cambiar cada vez? ¿Para qué sirven pues los dos tercios en la Asamblea y el obediente Tribunal Supremo Electoral?

Si S.E. anuncia con orgullo y alegría que al Paz y al Banzer ya los dejó atrás y que ahora está alcanzando y va a superar al Mariscal Santa Cruz en la permanencia en el poder de un solo envión (de un jack´e), ¿cómo irse? ¿Cómo irse si ya Bolivia está en la era espacial y el satélite, que los envidiosos dicen que se ha perdido, ya aparecerá algún día? ¿Cómo si La Paz ya está llena de teleféricos y se pondrán más en Oruro y en otras ciudades? ¿Cómo si ya contamos con 2.000 millones de dólares para construir nuestra primera planta nuclear? Naturalmente que los proyectos atómicos serán con fines pacíficos y nadie puede temernos, ha dicho S.E.

Y lo más importante: ¿Pero no sería cosa de locos o imbéciles marcharse si ya tenemos arrinconados a los chilenos y prontito vamos a lograr la ansiada salida al mar? ¿Cómo dejar el poder cuando la Historia reconocerá en S.E. al reivindicador de 1879? ¿Vengador de tantas injurias y embustes? ¿De tanta humillación? ¿Cómo pues irse con el mar ad portas, como dicen los que hablan bien el latín? ¿Cómo pues dejar el poder?

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