Corrupción

Napoleón Gámez Pereira

O acabamos con la corrupción o la corrupción acaba con nosotros, no hay otras opciones, democráticamente hablando.

Descendamos al terreno práctico para no perdernos en la teoría. Corrupción es obtener ventajas sobre los demás de forma ilícita. Siendo la igualdad de oportunidades uno de los pilares del Estado de Derecho, estamos ante un delito de lesa democracia, una auténtica estafa social, aparte de un fraude moral. La experiencia nos enseña que el efecto corrosivo de la corrupción socava los cimientos de cualquier sociedad civilizada, que no la admite en ninguna de sus formas. Pues hay dos tipos de ella, fácilmente distinguibles, las siguientes:

- La corrupción individual, protagonizada por aquellos sujetos que, aprovechando las situaciones, circunstancias y valiéndose de su ingenio, logran apropiarse de bienes que no les pertenecen.

- Existe al mismo tiempo una corrupción generalizada, parte del sistema mismo, que la genera y fomenta. Suele darse en la dictadura, de cualquier signo, donde la acumulación del poder en unas solas manos del dictador o partido, lleva inevitablemente al abuso del mismo y en las democracias erosionadas por el uso.

Al estar en el primer tipo individualizada, es más fácil de eliminar. Se trata, en la inmensa mayoría de los casos, de “vivillos – pícaros” que se infiltran en un partido o gobierno, con ánimo de servir a su propio bien, no al bien general, corrompiendo a cuantos alrededor se dejan y causando tanto o más daño a la ciudadanía, hasta que se descubre su trama. Si se descubre, pues eso dependerá del nivel democrático que haya alcanzado el país. Recuerdo que un vicepresidente norteamericano, Spiro Agnew, fue despedido de la noche a la mañana al saberse que había aceptado dinero de “lobistas”, sin juicios.

La corrupción sistémica, en cambio, es más difícil de combatir, al estar instalada en el propio sistema, impidiendo la regeneración del mismo. El caso Agnew sería inconcebible en el México del PRI en su primera etapa, cuando la “mordida” era algo normal, incluso en las altas esferas gubernamentales. Sin ir tan lejos, está el caso de los extorsionadores públicos infiltrados en el gobierno, llegando a la cárcel de Palmasola, ahora en libertad; otro caso del Fondo Indígena, de policías, alcaldes, caso barcazas chinas, vocales, fiscales, etc., etc. Actualmente, otra vez casos de jueces, fiscales… que causa vergüenza y es repudiable en un Estado de Derecho. Si las mentiras tienen patas muy cortas, la corrupción las tiene muy largas, hasta el punto de terminar destruyendo a quienes la practican y a quienes tienen alrededor. Quiero decir que por su propio interés, les conviene renunciar a sus privilegios. En virtud de todo ello, esta respuesta siguiente ponderaría como defensa política, en contra de la corrupción, las siguientes consideraciones:

Nuestra vida pública se está viendo convulsionada por estos casos de corrupción y los que seguirá habiendo mucho peor por una crisis institucional y de valores. Lejos de caer en el desánimo y la indiferencia, es nuestro deber hacer valer el papel de la política y de la sociedad civil para superar la desafección. Se presenta la idea de que el sistema no funciona y de que todo es corrupción, pero solo desde el reconocimiento de que haya una gran mayoría de políticos honrados que trabajen para el bien común, podremos recuperar el prestigio y la confianza en nuestro país.

Ante esto es necesario reaccionar. Por ello se dice: que los seres humanos no vivimos, ni podemos vivir aislados de los demás. Necesitamos a nuestros semejantes, para cumplir una vida que dé satisfacción a nuestras necesidades, y nos permita progresar en todos los aspectos. La política es, justamente, la actividad que se ocupa de aquello que nos es común a todos. La política, por tanto, no es un hecho prescindible ni un mal menor.

La acción política requiere la máxima exigencia y ambición. La necesita de todos los que formamos parte de la sociedad y, sobre todo, de quienes la ejercen. A todos nos exige que estemos a la altura de nuestro deber y que sepamos defender y hacer cumplir nuestros derechos. Que cumplamos nuestra naturaleza de ciudadanos. La labor de los políticos debe estar unida a su vocación de servicio: servicio a sus propios valores, a los del conjunto de la sociedad y, sobre todo, servicio a los demás para que el desprestigio causado por unos no enturbie la necesaria labor que han de acometer en todos los ámbitos. Finalmente la política nos abre oportunidades a todos, también a quienes no se interesan por ella.

Prescindir de la política sería como renunciar a las oportunidades que nos brinda una sociedad civilizada. Es la política la que nos permitirá acabar con los casos de corrupción, porque la corrupción consiste en el aprovechamiento ilícito del poder.

El autor es abogado.

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