Mala imagen del país por la “guerra sucia”


 

Más de treinta y tres años vivimos en democracia continua que debía implicar seguridad, tranquilidad y armonía en todo el país; sin embargo, las pugnas político-partidistas son permanentes: unas veces, la presencia de períodos electorales o de consulta popular, llámese referendos o plebiscitos, resultan escenarios para la presencia de “guerras sucias” que libran las partes en discordia o en disputa.

El partido de gobierno y muchas autoridades no pueden sentir la presencia de posibles opositores o miembros de instituciones o entidades que critican el accionar de autoridades o la carencia de garantías para un desenvolvimiento de campaña libre en el país. Las acusaciones no dejan espacios en los medios de comunicación y peor en los sistemas cibernéticos -redes sociales- que son varios y que, prácticamente, han copado la atención de la población joven, porque parece que muchos niños y jóvenes no tienen algo que hacer o estudiar o trabajar porque están dedicados a manipular celulares que, hay que reconocerlo, anulan la personalidad porque cubren toda atención.

La “guerra sucia” es parte indivisible de los políticos que, de una u otra parte, parecen preocupados por las consecuencias de la consulta del 21 de febrero, que consistirá en que la población ciudadana exprese un sí o un no al cambio del artículo 168 de la Constitución. Ninguno de los actores, del Gobierno o de la oposición, aclara que el 21 de febrero no será para elegir autoridades presidenciales o legislativas y que nadie, absolutamente nadie, le negará o quitará un ápice al derecho constitucional del Presidente para continuar en el gobierno hasta el año 2019.

Este accionar tan poco limpio y menos civilizado de las partes, por chabacano, maleducado, poco considerado, pobre y ajeno a normas elementales de consideración y respeto, lastima a la colectividad que querría ver actitudes y conductas dignas en quienes creen que, por estar en un partido político o en una facción que busca determinado voto o está en calidad de autoridad, sean dignas, civilizadas y respetuosas; que sean, además, creíbles y no tergiversen el sentido y propósito de la consulta del 21 de febrero.

No es grato para la población que esta campaña sea motivo de burla en el exterior, cuya población, aunque a veces acostumbrada a desplantes y posiciones contrarias a la corrección y seriedad responsable, critica y se burla de lo que nos ocurre; que en toda consulta de elecciones en países vecinos también hay extremos, no los hay en la cantidad y poca calidad que muestran las partes en nuestro país. Hay que convenir, además, que en la guerra sucia están inmersos personajes del Gobierno y hasta ex–presidentes de la República, con algunas excepciones que son honrosas. Será bueno y constructivo, pues, que se actúe con algo de sindéresis, cordura, prudencia y medida en las expresiones, habida cuenta de que todos somos hijos de la misma Patria.

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