[Manfredo Kempff]

La suerte de los empleados públicos


Quienes alguna vez fuimos empleados públicos sabemos cuánto se sufre por los caprichos de la política en Bolivia. Por lo general el funcionario del Estado ha sido una persona apartidista dedicada esencialmente a preservar su cargo. A falta de un empresariado privado vigoroso y seguro de su estabilidad, que pudiera ofrecer ocupación a la gran masa de ciudadanos, profesionales o no, han sido las instituciones públicas las principales receptoras de las demandas de puestos de trabajo, agotando, cada mes, hasta los últimos saldos de las arcas nacionales.

Queda claro entonces cuál era el motivo -y lo sigue siendo- para que la mayoría de los compatriotas buscaran su fuente de subsistencia en el Estado. Bolivia debe ser una de las naciones donde los ciudadanos dependen más de la Administración Pública para sobrevivir. Ingresar a trabajar a un ministerio o entidad autárquica ha sido el anhelo de la mayoría de la población urbana, cada vez mayor, aun sabiendo de las pobres remuneraciones que se perciben y de los vaivenes de la política, un peligro constante sobre el funcionario.

El empleado público, por tanto, para salvaguardar su único ingreso, fue apartidista y debería seguir siéndolo. Obviamente que siempre tuvo y tendrá una posición, un criterio político, una simpatía por algún partido, hacia donde va su voto. Ese es un irrenunciable derecho constitucional, una obligación ciudadana. Pero los funcionarios evitaban los mítines partidarios internos, y menos todavía acudir a las concentraciones donde primaba el color político. Eso era identificarse forzadamente con un candidato o agrupación. Lo malo es que se corrió el peligro de la represalia cuando los tiempos cambiaban, venían otros jefes, y aparecían quienes querían ganar méritos intrigando a sus colegas de oficio.

Allá aquellos funcionarios que se involucran partidariamente. Los hubo siempre quienes desembozadamente tomaban posiciones por un partido político. Entonces podían gozar de ascensos, de mejores ingresos, pero a sabiendas de que si cambiaba el régimen tendrían que irse a su casa o a servir en el archivo o en el lugar más recóndito de una oficina. Venía un gobierno y beneficiaba a los que sabía suyos. Cambiaban los vientos y eran otros los encumbrados.

Nunca, durante los largos años que estuve en la Cancillería, ningún ministro ni régimen (y habían cambios frecuentes), hizo tabla rasa con los funcionarios, como han hecho los masistas. Es que ningún gobierno responsable podía prescindir de quienes tenían experiencia en el trabajo diplomático. La Bolivia del cambio, cambió a casi todos los funcionarios del ministerio de RREE. Los echó a la calle, sobre todo, a quienes eran diplomáticos de carrera. A los “oligarcas”, a los “hijos de papá”, a los diplomáticos de “cócteles”, como los llamaban. Estos fueron reemplazados por los diplomáticos de chicha y mote, hijos de la Pachamama, que se han aclimatado muy bien con las buenas viandas y finos vinos que invitan en las embajadas. Rápidamente se dieron cuenta de que los cócteles no tenían mal sabor.

La derrota del MAS en el referéndum del 21 de febrero pasado, ha hecho montar en cólera a los jefes masistas quienes ya ha advertido que se debe hacer una batida en la Administración Pública para que no se escondan traidores entre sus paredes. Esto ha sido tomado con gran entusiasmo por los adulones de siempre. ¡Nada de felones ni desleales en los ministerios ni entidades del Estado! En la Cancillería no queda nadie a quien echar a la calle ni contra quien descargar su furia, pero ¿y en las otras reparticiones estatales?

La purga que alienta S.E. va a ser interna, como en el Partido en épocas de la URSS. Ya no quedan ni adenistas, ni miristas, ni movis, así que los traidores tienen que ser los funcionarios masistas que no votaron por el “Sí”. ¿Y cómo se los identificará? Pues algunos chismosos dirán que no marcaron tarjeta, ni dieron el diezmo, ni pegaron carteles, y que disfrutaron alegremente del “face”. Y esa pobre gente se quedará sin trabajo, perderá su antigüedad, y tal vez ni siquiera podrá recuperar su puesto el 2019.

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