[Erika J. Rivera]

Después de un siglo ¿qué podemos aprender de la modernidad?


Desde el Siglo XIX se puede constatar en Latinoamérica una tendencia intelectual consagrada a esbozar explicaciones sobre el destino de nuestras patrias. Primeramente se discutió en torno a la libertad política y la prosperidad económica, pero a partir del Siglo XX otros temas más complejos ganaron paulatinamente en importancia, como la justicia social, el rol del imperialismo británico y luego norteamericano, la identidad nacional de los pueblos indígenas, la relación con las potencias del Norte y la actitud adecuada frente a la ciencia y la tecnología. El resultado me parece ser una clara pluralidad de puntos de vista y programas de acción política.

Muy pronto nuestros ensayistas se encontraron con la temática de la modernidad. Es el caso de Alcides Arguedas. La independencia de los estados latinoamericanos fue percibida como la intención de los libertadores de dotar a Latinoamérica de un orden moderno, que seguramente fue copiado del modelo de Europa Occidental. En la sucesión de Bartolomé Mitre y Domingo Faustino Sarmiento, nuestro Alcides Arguedas fue inspirado y formado por lo que él creyó ver en sus visitas a Francia y Gran Bretaña, e indirectamente por los valores de la Ilustración y del racionalismo. A comienzos del Siglo XX todos los autores importantes de Latinoamérica se percataron de que las normativas y los valores de la Ilustración tenían una vigencia muy relativa en los países del Nuevo Mundo. Por ello Alcides Arguedas y su grupo (Armando Chirveches, Alberto Gutiérrez y otros menos conocidos) prestaron atención a los vínculos entre libertad política y justicia social, entre progreso económico y educación pública, entre consolidación nacional y unificación regional. Se puede decir que este fue también el déficit de este grupo, pero esta constelación es complicada. En todo el contexto latinoamericano los intelectuales en la primera mitad del Siglo XX se desilusionan por una variedad de sus programas, ya que ellos se dan cuenta de que no había una solución unitaria y simple para la multiplicidad de los desafíos históricos que enfrentaban las jóvenes naciones. Desde la primera mitad del Siglo XIX la praxis política efectiva de los países latinoamericanos ha estado alejada de los ideales racionalistas y liberales. Precisamente la conciencia de esta problemática, ardua, compleja y dolorosa, es la que ha motivado el nacimiento de las diversas líneas de la ensayística latinoamericana y boliviana.

Por otra parte, hay que consignar el hecho repetitivo de que el cosmopolitismo liberal, que también presupone la igualdad de pueblos y personas, es a menudo un principio vacío. Es posible que este cosmopolitismo no causó emociones sociales relevantes. Y para ser reconocido por otros en igualdad de condiciones o, por lo menos, de posibilidades futuras, se requiere de empatía, es decir de un mínimo de emoción. El orden latinoamericano del Siglo XX no pudo generar este tipo de sentimientos. Esta es una de las carencias principales de la obra de Alcides Arguedas.

Hoy podemos comprender mejor a Arguedas a partir de los aportes de carácter original que nos ha dejado Salvador Romero Pittari en la disciplina poco estudiada hasta ahora de la historia boliviana de las ideas y mentalidades. Basado en datos documentales desconocidos y en la interpretación de textos olvidados, Romero ha reunido una serie de testimonios muy interesantes acerca del proceso de la creación intelectual, sobre todo en lo referente a la etapa formativa de Alcides Arguedas. Mediante los escritos de Romero nos podemos informar sobre los libros publicados en Bolivia a comienzos del Siglo XX, los hábitos de lectura en las ciudades, el tiraje de los periódicos y diarios, las prácticas de las editoriales locales y sobre las ventas de las librerías.

Romero trató de reconstruir la manera la manera de actuar de los intelectuales, una recreación de los vínculos que se establecieron entre ellos y de las relaciones que este grupo mantuvo con la sociedad. Romero explora también cómo se acogió social y culturalmente a estos escritores en el país y cuáles nexos preservaron estos últimos con los centros culturales del exterior. Entre los aspectos centrales de esta temática se puede mencionar a los siguientes: Cómo percibió la sociedad boliviana a sus primeros intelectuales; cuáles fueron los vínculos cambiantes entre autores y lectores; cuál fue el involucramiento político de los intelectuales; y cómo se configuró el escenario institucional donde actuaron estos pensadores.

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