[Manfredo Kempff]

Primeros años en la Cancillería


Ya me referí desde estas mismas páginas a que entre los papeles que dejó mi madre he encontrado el memorándum mediante el cual me incorporé al Servicio Exterior de la República hace medio siglo, aunque me resista a creerlo porque no puede ser que esté tan viejo. Mi incorporación fue exactamente el 18 de mayo de 1966. Tenía por entonces 21 años y cursaba en la UMSA el tercero de la carrera de derecho, que no concluí lamentablemente. Era un soltero mirón llegado de Santa Cruz, que no tenía ni la menor idea de que al siguiente año estaría casado con María Teresa, mi actual esposa, y al subsiguiente sería padre de una bebita. Mi vida se había transformado para siempre, casi sin darme cuenta, y hoy soy un feliz abuelo.

El memorándum de marras está firmado por el entonces subsecretario de Relaciones Exteriores y Culto, Wálter Montenegro y ordena mi incorporación como Oficial 1o. (correspondía a Tercer Secretario), anunciando que mis haberes (escuálidos haberes) correrían a partir del 20 de ese mismo mes. Don Wálter Montenegro fue un jefe magnífico, amistoso pero muy exigente, periodista de nota y escritor, dueño de una ironía y humor proverbiales. Sus antecesores inmediatos en el cargo, una vez que el MNR fue desalojado del poder, habían sido Roberto Querejazu Calvo y Enrique Kempff Mercado.

El canciller era otro gran señor, el entonces coronel Joaquín Zenteno Anaya, que luego tendría una actuación muy destacada en la captura del Che Guevara en Vallegrande y un final trágico en París, cuando se desempeñaba como Embajador, a consecuencia de un atentado producto de la venganza por la muerte del guerrillero, que, el coronel Zenteno, valga la ocasión para reiterarlo, no ordenó.

Era una época en que la política estaba copada por la personalidad arrolladora y popular del general René Barrientos Ortuño, que se preparaba para ser elegido presidente constitucional en agosto de 1966. El ambicioso conspirador, general Alfredo Ovando, reconstructor del nuevo Ejército y con fama de talentoso entre sus subalternos, estaba de guardián del sillón presidencial, a la espera de suceder a Barrientos en la primera ocasión que se presentara, como aconteció, pero rompiendo el ordenamiento constitucional al derrocar al Dr. Luis Adolfo Siles Salinas.

En esos primeros años en la Cancillería fui testigo de acciones internacionales de gran importancia, como por ejemplo la firma del Tratado de Cooperación y Complementación Económica con Brasil en 1974 (Banzer-Geisel) y las negociaciones con Chile, a partir de Charaña en 1975, para retornar al Pacífico (Banzer-Pinochet). Irracionalmente, por el odio negro y el resentimiento político de los opositores al gobierno cívico-militar de entonces, ambos éxitos diplomáticos, tan útiles hasta el día de hoy, fueron parte del pliego acusatorio que de forma inaudita incluyeron en el Juicio de Responsabilidades que se entabló contra el presidente Hugo Banzer y que, por cierto, no prosperó.

Digo que fui testigo de aquellas brillantes acciones diplomáticas porque mi situación en la Cancillería era todavía subalterna como para participar responsablemente en aquellas gestiones. En 1975 venía de desempeñarme como Primer Secretario en Asunción y tres años después partiría como Ministro Consejero a México. En 1980-82, con 35 años, fui designado embajador en Madrid durante el proceso dictatorial (García M. - Torrelio - Vildoso) y luego embajador en Uruguay, Argentina y España, con Jaime Paz Zamora, Hugo Banzer Suárez y Tuto Quiroga. En 1991-1992 me desempeñé como Subsecretario de Relaciones Exteriores.

Durante este último medio siglo hubo cambios políticos de toda laya en el país y como decidí participar activamente en política, estuve siempre a merced de sus inciertos acontecimientos. De ahí que debí trabajar en el sector empresarial durante muchos años, sin derecho a queja ni a pataleo. Porque está claro que quien interviene con un cierto nivel jerárquico en un partido, no puede reclamar su calidad de funcionario de carrera cuando se está en la oposición. Desde luego que no es lo mismo ni justifica lo que hizo el MAS con todos los funcionarios profesionales, la mayoría independientes, a quienes borró del escalafón de un plumazo. Pero ese es otro cantar.

El hecho es que ha pasado medio siglo desde nuestro ingreso a la Cancillería como un ventarrón huracanado y a nuestra respetable edad se nos encuentra firmes en la fila, más experimentados, un poco más ilustrados, y decididos a no doblar la cerviz.

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