[Alberto Zuazo]

Punto aparte

Proclama de la Junta Tuitiva


La Proclama de la Junta Tuitiva, como producto estelar de la revolución de 16 de Julio de 1809, es un magno documento histórico, que debe ser guardado en la memoria de los paceños, si acaso no de todos los bolivianos. Fue el primero y único documento de estas características que se produjo durante el proceso de la liberación del coloniaje en América.

La más célebre de las frases de la Proclama, con la que empieza su texto, dice: “Hasta aquí hemos tolerado una especie de destierro en el seno mismo de nuestra patria; hemos visto con indiferencia, por más de tres siglos, sometida nuestra primitiva libertad al despotismo y tiranía de un usurpador injusto, que degradándonos de la especie humana, nos ha reputado por salvajes y mirado como esclavos; hemos guardado un silencio bastante parecido a la estupidez que se nos atribuye por el inculto español, sufriendo con tranquilidad que el mérito de los americanos haya sido siempre un presagio cierto de su humillación y ruina”.

Estas palabras de contenido tan expresivo no las manifestó nadie en todo el proceso de la liberación americana, de manera que los paceños deben sentirse orgullosos de los inspiradores de la creación de su independencia.

Podría ser el preámbulo de los estatutos de los partidos políticos, porque expone con claridad meridiana y alta calidad de lenguaje cuanto se aspira, para constituirse en organizaciones que se ponen al servicio de la libertad y repudian las injusticias.

La belleza literaria de la Proclama no tiene parangón, por lo que suscita admiración la expresividad con que la Junta Tuitiva, primer gobierno independiente en la América sometida en ese tiempo al coloniaje, justificó con extraordinaria propiedad la Revolución de Julio de 1809.

El primer gobierno independiente de América tuvo vida de casi ocho meses, del 24 de julio de 1809 al 20 de febrero de 1810. Ha sido compuesto por cinco ministerios o “departamentos”. Aprobó un plan de gobierno con diez puntos, se considera que se erige virtualmente en la primera Constitución Política de América.

Este primer gobierno instaurado en la América fue abatido sangrientamente por el mayor jefe militar que tenía el coloniaje, general José Manuel Goyeneche, quien estaba entonces asentado como gobernante en el Cusco, en el sur del Bajo Perú.

Movilizó a 4.916 hombres para venir a eliminar en todo vestigio de rebelión en La Paz y lo hizo sin que mediara algún sentimiento humano en su mente, la misión que se impuso fue regar de sangre patriota este suelo bendito.

Extensa es la nómina de los autores del alzamiento independista. Por lo general, no se los menciona en su integridad. Buena parte de ellos fueron ejecutados, empezando por el infame ahorcamiento del líder de la Revolución de Julio, don Pedro Domingo Murillo, el 29 de enero de 1810. Era un mestizo de gran valor cívico, que tenía la avidez de ser culto por lo que en ese tiempo llegó a titularse de abogado.

La Junta Tuitiva la presidió él y tuvo 12 integrantes, cuya nómina es la siguiente: Dr. Melchor León de la Barra, Dr. José Antonio Medina (sacerdote), Presbítero Dr. Juan Manuel Mercado, Dr. Gregorio Lanza, Dr. Juan de la Cruz Monje, Antonio Ávila, Sebastián Arrieta, Francisco Diego de Palacios, José María Santos Rubio, Dr. Francisco Xavier Iturri Patiño, custodio de la Iglesia Catedral; y Buenaventura Bueno. El secretario ha sido Sebastián Aparicio y el escribano Juan Manuel Cáceres.

Los protomártires sometidos a la horca y muertos a garrote fueron: Pedro Domingo Murillo, coronel y presidente de la Junta Tuitiva, Basilio Catacora, Benaventura Blanco, Melchor Jiménez, Mariano Graneros, Juan Antonio Figueroa, y Gallego (fue puesto en el garrote, después en la horca, cuando se rompieron los cordeles, y por último degollado), Apolinar Jaén, Gregorio García Lanza, Juan Bautista Sagárnaga, en ese tiempo subteniente de milicias del Rey.

La cabeza de Murillo fue expuesta a la entrada de la región de Yungas, para que sirva de escarmiento a quien o quienes pretendieran alzarse en armas contra el coloniaje.

Con posterioridad a la ejecución de los protomártires, igual castigo se les aplicó a otros cinco patriotas: Basilio Catacora, Buenaventura Bueno, Melchor Jiménez, Mariano Graneros y Juan Antonio Figueroa.

El 28 de febrero se emitió otra sentencia, por la que fueron también ahorcados Ramón Arias, Francisco Javier Iriarte, Manuel Cáceres y Miguel Quenalla.

Varios otros fueron sometidos a prisión en Filipinas, Malvinas y los socavones de Potosí, así como recluidos en cárceles locales, con penas de varios años.

La Revolución independista de La Paz costó mucha sangre de patriotas, por lo que el mensaje que nos legaron es que seamos dignos herederos de su heroísmo, pero principalmente por su devoción a la libertad y la independencia.

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