[Manfredo Kempff]

Un Mercosur incómodo


Con sólo hojear los periódicos, sin necesidad de bucear en los entresijos de la diplomacia, salta a la vista que el Mercosur está pasando por un momento agrio. Argentina, Brasil y Paraguay denotan una acidez de estómago que no pueden disimular frente al régimen de Nicolás Maduro, al extremo de no querer sentarse a la mesa con su representante ante el organismo, Héctor Constant. Todo porque tres de los cuatro socios fundadores deploran el comportamiento democrático de Caracas.

Solamente Uruguay, sede de la organización, ha sido tolerante con el socio recién llegado, aunque los uruguayos son muy celosos de su institucionalidad y saben que existe una Carta Democrática Interamericana que acusa a Maduro, y también el Protocolo de Ushuaia sobre Compromiso Democrático en el Mercosur, cuyas cláusulas exigen, como condición esencial, la plena vigencia de las instituciones democráticas en un país miembro y la suspensión del derecho a participar de los distintos órganos en caso de no ser así.

Casualmente, cuando me desempeñaba como embajador de Bolivia en Argentina, tuve oportunidad de acompañar al presidente Banzer hasta Ushuaia, en un vuelo de más de tres horas desde Buenos Aires en el enorme y cómodo avión presidencial argentino, el Tango I. Ni Banzer ni Sanguinetti ni Wasmosy tenían un avión que volara “non stop” durante más de tres horas y el presidente Menem los invitó a bordo, con sus cancilleres y embajadores. Sólo Fernando Henrique Cardoso y Eduardo Frei tenían cómo llegar por sus propios medios.

En una Ushuaia nevada de fines de julio de 1998 fue donde se firmó el Protocolo, que obligaba, además, a dos estados asociados: Bolivia y Chile. Banderitas bolivianas a lo largo del camino entre la nieve y la oscuridad en la ciudad más austral del mundo recibieron al mandatario boliviano en aquel paraje lejano, donde nuestros compatriotas criaban carneros, que tuvo un inesperado invitado de lujo a quien pude estrechar la mano en medio de la sorpresa: Nelson Mandela.

Bolivia y Chile estaban como naciones asociadas entonces y lo siguen hoy. Nuestro país está a punto de adquirir su membresía plena y parece que Chile ha moderado su paso, ahora que está con la mirada más interesada en el Pacífico. Pero quien no figuraba para integrarse al Mercosur era la lejana Venezuela, que, sin embargo, tiempo después, dejó atrás a bolivianos y chilenos y entró a paso de vencedora en la organización, con Chávez vitoreado por todos sus miembros.

Pues bien, los tiempos cambiaron, cambiaron los presidentes otrora socios políticos, y Venezuela ahora está acusada de haber violado algunos artículos del Protocolo de Ushuaia, y por tanto Argentina, Brasil y Paraguay no aceptan que conduzca la presidencia pro témpore del Grupo. Maduro ha protestado y ha insistido en su derecho rotativo de presidir el Mercosur. Venezuela ha convocado a través de su delegado Héctor Constant, a una reunión de coordinadores, donde sólo acudió la representación de Uruguay y la de Bolivia, todavía sin membresía plena. Según la agencia AFP, al final de la fallida espera para proceder a la reunión, Constant hizo una declaración a la prensa donde ya no estaban ni siquiera los representantes uruguayos y sólo el embajador boliviano Benjamín Blanco. Todo un panteón herrumbroso.

¿Valdrá la pena que Bolivia se esfuerce demasiado para obtener la plena membresía en el Mercosur? Porque el ambiente que tiene S.E. de cara a los dos grandes -Argentina y Brasil- está bastante enrarecido. Y en cuanto a Paraguay, su única preocupación es sorprenderse de ver cómo Bolivia compra armas para luchar contra el narcotráfico, pero que los debe poner quisquillosos porque es a los únicos que podemos amenazar militarmente. Uruguay, con su caballerosidad habitual, nos dará la bienvenida y Venezuela aplaudirá a rabiar porque tendrá en Bolivia a su única aliada.

Si Bolivia ingresa al Mercosur está muy bien, desde luego. Ya habrá encontrado fórmulas para arreglar el tema arancelario con la Comunidad Andina. Pero Bolivia debe tener en cuenta que la ortodoxia anticapitalista y antiimperialista no cuaja entre quienes serán sus nuevos socios. Todo lo contrario, el nuevo Mercosur ve con muy buenos ojos a EEUU y a Europa y trabaja en acuerdos de libre comercio con ellos. Pero, además -especialmente Argentina- miran ansiosamente a la Alianza del Pacífico, a esa agrupación que S.E. calificó con los epítetos más duros e injustos.

Nuestra política de integración no ha sido muy acertada en la última década. Los partos fueron el ALBA, Celac y Unasur y ninguno parece colmar las expectativas de una nación que requiere vincularse con el mundo y no conchabarse ideológicamente entre pobretones.

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