[Luis Antezana]

El Bala, crimen alevoso contra la Madre Tierra


Un movimiento social de crecientes proporciones ha empezado a producirse para pedir a las autoridades estatales que mantengan de manera consecuente su posición en defensa de la Madre Naturaleza, la Pachamama, insistentemente proclamada por el gobierno, a fin de suspender la construcción de la represa de El Bala y evitar así un crimen de lesa humanidad.

En consideración a este punto, sería impertinente gastar seis mil millones de dólares para realizar una obra que destruirá recursos naturales por más de cien mil millones de dólares, depredación que en ningún caso recompensará la “inversión” que podría originar la represa.

Se destaca aspectos principales: La planicie de El Bala tiene alrededor de 50.000 hectáreas de tierras de primera calidad, cubiertas de riquísimas fauna y flora, así como ocupadas por nacionalidades indígenas amparadas por la Constitución. Está cruzada por varios ríos que forman el río Beni que pasa por el estrecho de El Bala.

Ese territorio extraordinario, tan grande como el valle de Cochabamba, pero muchísimo más rico, trata de ser cubierto de agua de una represa de 200 metros de altura para producir una presunta cantidad de energía eléctrica de difícil exportación y que de ninguna manera compensará los daños a producirse y cuyo costo será superior a los ocho mil millones de dólares.

Esa agua represada cubrirá una planicie de alrededor de 40.000 hectáreas, (más o menos un cuarto del lago Titicaca o el valle bajo de Cochabamba), arrasando riquísimas tierras agrícolas y dando muerte a millones de animales y plantas de valor extraordinario, que una vez sumergidas producirán una putrefacción que contaminará no solo la región sino todo el planeta, sin contar otros problemas.

La magnitud del perjuicio que creará esta obra propuesta por el gobierno no tendrá paralelo en el planeta, donde si bien se ha construido obras de esta clase, no fue sobre tierras aprovechables, sino sobre desiertos y, por tanto, no tenían valor alguno, no iban a dañar la ecología y, en realidad, iban a producir desarrollo.

El caso de El Bala es diametralmente distinto. Se destruirá tierras, animales, plantas e inclusive se erradicará poblaciones indígenas a cambio de construir una represa de seis mil millones de dólares que no rendirá sino algo de energía eléctrica por algunos millones de dólares, siempre que se encuentre mercados de consumo.

En ese sentido ¿valdrá la pena hacer esa inversión de dudosa perspectiva para destruir una tierra de fertilidad invalorable e incalculable que es fuente inagotable de riqueza y de vida? ¿Valdrá la pena ese inútil proyecto que en vez de hacer de Bolivia una potencia agrícola, se convierta en una presunta potencia energética?

Sin entrar en detalles, lo que se debe hacer es utilizar los seis mil millones de dólares en explotar la riqueza agrícola de ese valle que beneficiará en forma indefinida, por millones de dólares, no solo al pueblo boliviano sino a la humanidad entera y así ser capaz de convertir esa región en el granero de Bolivia y del continente.

Se puede hacer un gasto relativamente pequeño para salvar una fantástica riqueza que, además, seguirá produciendo beneficios al país y al planeta de por vida.

Las aguas de los ríos de la región cordillerana próxima podrían servir para construir otras represas como fuentes de energía que sustituyan a la del estrecho de El Bala, represas menores que serán en realidad centros que contribuirán a desarrollar la región y posibles exportaciones. Debemos, pues, pensar primero en el país, que en la pragmática política colonialista de “exportar o morir”.

En vez de destruir una riqueza renovable de miles de millones de dólares, más bien se la podría aprovechar en forma permanente. Así mismo, no vale la pena gastar 6 mil millones de dólares para destruir riqueza de características fabulosas que puede producir alimentos para todo el país y aun para su industrialización y exportación. Sin causar la pérdida de esa extraordinaria riqueza, se podría producir enormes ganancias en agricultura, pesca, minería, industria, etc.

Así se protegerá la Naturaleza de hecho y no de palabra y en vez de un gasto dispendioso en una obra de dudoso resultado y de tan letales efectos ecológicos y económicos, ¿por qué no utilizar esos fondos en desarrollar la agricultura de esa zona privilegiada? Se puede asegurar que con un gasto de una sexta parte de esa “inversión”, los beneficios serán más útiles para el país.

Así, en vez de hacer gastos poco menos que fantásticos que producirán pérdidas millonarias y daños irreversibles a la Pachamama ¿por qué no utilizar ese dinero en obras que producirán ganancias increíbles en la explotación agrológica de la región en forma permanente, dando trabajo a miles de personas, protegiendo la naturaleza, etc.?

En vez de tener la supuesta opinión de que El Bala podrá servir para hacer de Bolivia una “potencia energética”, se debería pensar en hacer realidad que Bolivia se convierta en potencia agrícola, lo cual es posible utilizando las tierras de esa región en planes agrícolas, incluyendo obras energéticas en zonas próximas y con gastos notablemente inferiores y sin endeudar al país, lo cual es posible con una política agraria adecuada y un sentido nacional y democrático.

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