[Raúl Pino-Ichazo]

Los padres y las drogas


Si se asume peligrosamente la aureola de la autoridad, entendida como el derecho y poder de mandar y hacerse obedecer, que genera un temor reverencial en el diálogo con los hijos, muchas veces para ocultar o disimular la ignorancia en los temas a discutir, unida a una ostensible inexperiencia de los padres, se extinguirá progresiva e irremisiblemente la luz de la posibilidad de conocer profundamente a los hijos mediante sus propias expresiones intelectuales que necesariamente abrigan conflicto.

Los padres no deben temer ser rebasados en conocimientos por los hijos, por lo contrario, dejarse conducir e ilustrar en temas desconocidos y propios de la evolución de la civilización con sus avances positivos y deformaciones, entonces, surge el interrogante: ¿Habrá hijos que no se sientan en el séptimo cielo cuando perciben y comprueban la humildad y sencillez de sus padres, al reconocer su desconocimiento e inexperiencia en importantísimos temas de la vida y la cultura? Ante esta situación dilucidada de esta manera se obtendrá el vínculo comunicacional imprescindible mientras vivan y la interrelación en la dimensión de los valores que siempre deben ser reforzados en esa armoniosa relación bilateral.

Es muy relevante el tema de las actitudes de los padres frente a los problemas existenciales de los hijos, como lo es la preparación interna, la intuición y la voluntad indeclinable de concluir en soluciones, no dejando jamás ningún cabo suelto que, en el futuro inmediato o próximo, pueda desencadenar problemas de adicción y angustias incontenibles. En un recuento estadístico de fuentes confiables, provenientes de centros de educación parvularia y superior, se puede verificar que según la mayoría de las entrevistas que se realiza a los niños y jóvenes frente a las relaciones en el hogar, la queja o preocupación generalizada es la ausencia de comunicación y tratamiento responsable y maduro de los temas que los niños y adolescentes traen al hogar para su discusión y esclarecimiento.

Se quiere o se intenta con buena voluntad e intención, pues sería difícilmente creíble que los padres deseen la perdición de sus hijos, insistir y continuar con los esquemas, enseñanzas y experiencias propias para la educación de sus hijos. Y como surgen hoy incesantemente elementos nuevos, posiciones, planteamientos y peligros, que difieren abismalmente a lo asimilado por los padres, brotan irrefrenablemente situaciones de discordia y hasta enfrentamiento, que es una consecuencia de la desactualización de las realidades que viven sus hijos fuera del hogar. Y no admiten esos padres que se modifiquen o trastoquen sus condicionantes e ideas que no dejaron evolucionar y erróneamente tratan de imponerlas, amparados en su autoridad.

Ante ese escenario deplorable para la formación moral de los hijos y el vacío causado por la ausencia de esclarecimiento, entonces las drogas ejercen su efectivo potencial, debilitando la resistencia mental y física de los jóvenes, para perseverar en las ilusiones de realización personal que fueron el estímulo y la esperanza de sus vidas. En el mundo de las drogas, no hay consideración ni piedad por el destino de los jóvenes, menos actitudes personales de los traficantes de drogas que puedan inspirar ayuda para evitar que esas vidas tiernas se precipiten en ese cuadro atractivo y cautivador, además de surrealista, que emerge en cada consumo de drogas.

Por la inestabilidad, crueldad y la codicia que transforman la esencia de las personas que trafican con drogas e incitan a su adicción, no se encuentra espacio para la preservación de los valores y virtudes. La droga es un síndrome de la decadencia humana; es la desgarradora realidad más difundida en el mundo actual y el flagelo casi imposible de enervar o desterrar de las sociedades por los intereses económicos que se persigue con base en la destrucción de vidas. Por ello no es aconsejable, bajo ningún pretexto, sobreestimar esta realidad, ante la magnitud del peligro, por lo que la educación, el rearme moral y el esclarecimiento, así como las buenas compañías, son detentes formidables para abstenerse de por vida del consumo de drogas.

El autor es abogado corporativo, docente universitario, autor del libro “Adiós a las drogas y a la adicción”.

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