Sequía en Kenia

Hambre amenaza a 2,7 millones de personas

• Pobladores temen enfrentamientos por obtener agua y alimentos para sus animales

Mohamed Nasser grita para espantar a las gallinas que han entrado en su casa. El agricultor señala con el dedo medio saco de arroz apoyado detrás de la puerta. "Las gallinas vienen a por el arroz, pero es toda la comida que nos queda. Si las lluvias no llegan pronto, nos moriremos de hambre".

Kenia se enfrenta a una sequía devastadora. La Cruz Roja estima que 2,7 millones de personas necesitan ayuda alimentaria y ese número podría llegar duplicarse antes de la próxima temporada de lluvias, en abril. El delta del río Tana, el hogar de Nasser, es una de las regiones más afectadas por la falta de agua y agricultores como él han perdido tres cuartas partes de su cosecha en lo que va del año.

VARIOS FACTORES

El problema no es solo la falta de lluvia. El río Tana, el más largo de Kenia, se está secando. El crecimiento demográfico, las nuevas presas hidroeléctricas y varios proyectos agrícolas de gran magnitud están agotando rápidamente los recursos del Tana. Río abajo, este rápido desarrollo se traduce en menores niveles de agua, mayor contaminación y más sedimento. Nasser, que ha vivido en los bancos del Tana durante 45 años, dice que nunca ha visto niveles de agua tan bajos. "En tiempos de sequía, solíamos poder pescar, pero ahora el río está tan bajo que apenas podemos coger una gamba".

POCA PRODUCCIÓN

En su pueblo natal de Kau, la mayoría de los habitantes viven de plantar arroz, maíz y plátanos. Pero sin agua, la comunidad ha perdido su fuente de ingresos y muchas familias están sacando a sus hijos de la escuela porque no pueden pagarla. Además, la falta de acceso a agua limpia está haciendo enfermar a muchos jóvenes. En enero, un chico de 16 años murió de cólera.

La sequía también está afectando a miles de pastores. Muchos de ellos tienen que caminar doce horas cada día para obtener suficiente pasto para su ganado. Suleiman Abdi, un pastor de 18 años, dice haber perdido la mitad de sus vacas desde el comienzo de la sequía en octubre. "Ni siquiera podemos vender su carne, están demasiado delgadas", se lamenta. Él también ha tenido que dejar el instituto.

POSIBLES CONFLICTOS

Aparte de la falta de comida, la mayor preocupación de los habitantes del delta es la amenaza de violencia. La falta de agua está agravando la competencia entre las tribus agrícolas y pastoralistas, que desean utilizar las pocas zonas verdes que quedan. Hace tres años, esa misma rivalidad llevó a enfrentamientos violentos, causando más de cien muertos y obligando a miles a abandonar sus hogares.

Nasser fue uno de ellos. Tres de sus vecinos murieron cuando sus casas fueron incendiadas. El agricultor escapó en el último momento sin poder rescatar nada de su hogar en llamas. Solo dos edificios sobrevivieron al ataque, pero los habitantes de Kau no tiene medios para reconstruirlos. Tres años después del ataque, aún viven en pequeñas casas de barro construidas por una ONG local.

OLEADA DE TERROR

Ambos bandos sufrieron. A pocos kilómetros al norte de Kau, hay una fosa común con los cuerpos de 53 pastores que fueron asesinados en represalia. Ahora, con el empeoramiento de la sequía, todos temen una nueva oleada de terror. Algunos agricultores están tan asustados que se han alejado de sus aldeas para dormir en pequeñas chozas en sus granjas. "Rezamos por que haya paz", dice Nasser, "pero estamos preparados para la guerra".

La distribución de alimentos podría ayudar a aliviar las tensiones entre tribus y garantizar la supervivencia de miles de personas. Por eso el Gobierno ha prometido 66 millones de euros en comida para las zonas de mayor riesgo. Pero, por ahora, ninguna ayuda ha llegado a las comunidades de la costa.

Los habitantes del delta acusan al Gobierno de ignorar su sufrimiento por razones políticas, ya que habrá elecciones en unos pocos meses y su región no apoya al partido del presidente. "Los políticos no se preocupan por nosotros porque no les votamos", dice Mohamed Ade, un agricultor de 39 años del vecino pueblo de Kilunguni. Sus dientes se han vuelto amarillos después de años bebiendo agua sin tratar de un riachuelo que ahora está seco. Ade quiere que sus ocho hijos se vayan del pueblo e intenten encontrar trabajo en la ciudad, pero él se quedará. "Con o sin agua", dice el campesino, "no puedo abandonar mi tierra". (abc.es)

 
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