Restricciones improcedentes


 

Los gobiernos de turno no cesan de atentar contra la producción nacional al imponer restricciones a las exportaciones. A este paso, Bolivia quedará reducida a solo satisfacer sus necesidades, sin meditar en el grave daño que se infiere al crecimiento de la producción y la productividad.

Ocasionalmente pueden presentarse situaciones de carestía de algunos productos, pero esto no debe ser motivo para prohibiciones. Cuando se aplica esta medida, sin meditar en los efectos adversos que tiene, implícitamente se está atentando contra el conjunto de la producción y el crecimiento.

Ocurre que en el caso de productos que no han sido todavía sometidos a restricciones para exportar, se desalienta que aumenten sus tasas productivas, ante el riesgo de excederse en su productividad.

En ocasiones en que la producción no cubre los requerimientos del consumo, es mejor importar lo que falte, antes de dar golpes de muerte a otros sectores que no solo se satisfacen con atender el mercado interno que, por otro lado, es reducido. Ante esta realidad, no se animan a acrecentar su producción, porque cuando tengan excedentes no podrán comercializarlos si con tanta frecuencia se aplica prohibiciones para exportar.

En las materias de producción y mercado debe haber completa libertad; cada productor estimula o reduce sus inversiones y esfuerzos productivos de acuerdo con las opciones para tener siempre mercados, sean internos o externos.

Si se actúa con prohibiciones, que son más de tipo policiaco que económico, en definitiva lo que se hace es desestimular las inversiones y la producción interna. Si por alguna causa, muchas veces imprevista, la producción interna no logra cubrir los requerimientos internos, los empresarios deben quedar en plena libertad de importar, sin pedir permiso a alguien.

En unos casos esa circunstancia adversa puede ser imprevista o justificada, ya que la producción siempre está sujeta a la recuperación de las inversiones. Si éstas no se producen satisfactoriamente, lo lógico es que se suspenda la operación productiva de uno u otro artículo de consumo. En consecuencia, la libertad de importar a los comercializadores no les debe estar vedada.

Los países desarrollados han crecido sobre la libertad de desarrollar su producción a plenitud. Sin duda, más de una vez confrontaron que la disponibilidad interna no cubría el consumo, pero en el futuro estarán seguramente estimulados para impulsar o incursionar en esa producción y si ésta arroja excedentes para exportar, debe hacerlo sin restricción.

En contraste, si bajo la libertad se confronta la falta de uno o más productos, debe haber plena libertad de importarlos. En el futuro, no faltarán productores que sientan el estímulo de aumentar su producción sin limitación alguna.

El territorio nacional es amplio y goza de todos los climas para producir y satisfacer sus necesidades y tener las puertas abiertas para exportar. Solo así podrá crecer económicamente, antes de estarse dedicando a actividades ilícitas como el contrabando o atender demandas de cualquier producto vedado que tenga mercado.

En definitiva, basta de prohibiciones a las importaciones, cualesquiera que sean ellas, basta con que tengan mercado. Y si no lo tienen, estarán en condiciones de experimentar plenamente que no acertaron y seguramente no volverán al intento.

La libertad tiene que ser aplicada en todos los órdenes de la vida comunitaria y social. Nadie debería decidir por los demás y si lo hace, a título de autoridad, está cometiendo un atropello, puesto que la única facultad que tiene es administrar los bienes públicos con eficiencia y honestidad.

El Estado es solo administrador y la Constitución es la encargada de establecer normas generales de comportamiento social, pero sin invadir los derechos individuales, a menos que se incurra en violaciones cívicas y sociales.

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