[Flavio Machicado]

Integración económica: ¿está en jaque?


Luego de la Segunda Guerra Mundial, donde el mundo se vio envuelto en una crisis global de envergadura, demandó a los líderes civiles y políticos de aquel momento tomar algunas medidas con carácter de urgencia a fin de aminorar las consecuencias de tan horrendo como deplorable conflicto bélico.

La primera, por supuesto, fue la creación y acuerdos internacionales que preserven la paz, para lo cual se creó el sistema de las Naciones Unidas que de alguna manera cumplió con este cometido, aunque el mundo siguió dividido, pero con cierto apego a determinadas reglas de juego que evitaron, al menos, una nueva conflagración a nivel planetario.

La segunda, consistió en recuperar las economías de los países devastados por la guerra, para lo cual se creó mecanismos institucionales que ayudaron en el restablecimiento de la inversión (Banco Mundial), en la amortiguación de los inevitables ciclos económicos (Fondo Monetario) y en el desarrollo del comercio mundial (Organización Mundial del Comercio OMC), que al no tener el visto bueno norteamericano dio lugar a otro organismo encargado básicamente de la reducción de los aranceles conocido como el GATT (Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio).

Lo importante es que se estaba dando lugar a una transformación estructural del comercio, pasando del proteccionismo y bilateralismo, al intercambio global, fenómeno más conocido como el multilateralismo o la globalización del comercio, que en última instancia fue de la economía en su conjunto.

Pero el comercio, en su primera etapa de globalización, ya había creado algunos principios universales, como la “cláusula de la Nación más favorecida” y el “comercio recíproco” a fin de lograr algunos equilibrios necesarios para evitar las prácticas del abuso monopólico, desequilibrios o imperfecciones que afectaran especialmente a los países más débiles y dependientes, lo que resultó ser un propósito loable, aunque difícil de llevar a cabo.

Por ello, la integración económica se presentó como un mecanismo para atenuar este fenómeno, para lo cual, por ejemplo, la cláusula de la Nación más favorecida, no se la tomaba en cuenta, se estableció excepciones y mayores plazos para que los países con menor desarrollo puedan cumplir con los compromisos establecidos, especialmente de reducción de aranceles y apretura de sus mercados al libre comercio, lo que resultó muy difícil en la práctica.

En general, los procesos de integración no funcionaron por diversas razones que ameritan un examen muy particular y exhaustivo. El proteccionismo que parecía un cuento del pasado está volviendo a presentarse en el horizonte, curiosamente en países tan avanzados como Estados Unidos e inclusive en Europa, de manera que también renacen los nacionalismos, como tinte chauvinista, lo que también merece otro análisis, probablemente más profundo que el primero, ya que el retroceso histórico sería imperdonable.

No hay duda que el comportamiento humano y la lectura que tienen algunos líderes respecto a la realidad y las perspectivas del largo plazo, son incompatibles con el inmediatismo y falta de formación histórica y personal, dando lugar al fenómeno que estamos analizando. Por ello, resulta interesante analizar los aspectos relevantes que trae aparejado el proceso de integración europeo, más aún con el aparecimiento del llamado “brexit”, por el cual un miembro tan importante como Gran Bretaña está de salida, con un efecto que podría ser contagioso o pegajoso en este continente que sigue siendo un paradigma de la integración económica.

Se supone que Europa jugará un importante de equilibrio en el nuevo carácter que está adquiriendo el actual bipolarismo mundial, que podría ampliarse con la presencia de China, especialmente gracias a la increíble política de aislacionismo que está practicando el actual Presidente estadounidense.

Hemos excluido del análisis a los otros esquemas de integración, especialmente los de la región, entre los cuales el que más nos interesaba era el andino, el cual prácticamente está muerto. El Mercosur que está nuevamente por hacerse, aunque con pronóstico reservado. Los demás procesos regionales solo tienen el rótulo y ningún contenido, de manera que no merecen ni siquiera mencionarlos.

A nivel global, se está queriendo enderezar la integración de los países del Pacífico, del cual nos hemos excluido. Se está coqueteando a la China, en vista que los Estados Unidos, por equívocos de su Presidente le ha cedido gratuitamente el terreno, aunque ha dejado en suspenso el NAFTA seguramente ante la remetida de Canadá y México, que no han metido el rabo entre las piernas.

En 2016 se produjo un referéndum que arrojó un resultado favorable a la salida de la Unión Europea con casi un 52 % de los votos. Sin embargo, este resultado no fue uniforme puesto que Escocia, Irlanda del Norte y el territorio de Gibraltar votaron por la permanencia. Lo que muestra una notable diferencia con otros procesos integracionistas, puesto que en Europa existe o existió conciencia de la integración, lo que no ocurrió en nuestros países donde el fenómeno fue político y burocrático, aunque ahora posiblemente sea el fenómeno que está dando lugar a un debilitamiento de este proceso, surgiendo con fuerza el “euroesceptismo”.

Evidentemente, todo depende del acuerdo que cierren Bruselas y Londres, donde están en juego los derechos y libertades fundamentales contempladas en los tratados europeos, que los británicos perderán con la salida de la UE, según lo indicó el Parlamento Europeo (PE). Hay que recordar que los derechos como la libre circulación del trabajo o establecimiento no deben considerarse “adquiridos” por los individuos, por lo que se extinguirán una vez que se materialice el brexit.

El Ing. Com. Flavio Machicado Saravia es Miembro de Número de la Academia Boliviana de Ciencias Económicas.

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