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Pensamiento sin dogmas

Educación para la democracia

Rolando Barral Zegarra

“La democracia de mañana se prepara con la democracia en la escuela. Un régimen autoritario en la escuela no sería capaz de formar ciudadanos demócratas”. Así reza la frase del pedagogo Celestín Freinet. En tal sentido, el irrespeto al Referendo del 21 de febrero de 2016 en el que el pueblo boliviano mayoritariamente votó por la NO repostulación indefinida a la presidencia, podría llevar a nuestro país a una situación de riesgo y acentuar la violencia y llegar a conculcar el estado de derecho bajo la argucia de “derecho humano” como si la impostura fuera tal. Sería como querer encontrar humanismo en el fascismo. No debieran olvidar los políticos y los juristas que la involución de la democracia, en gran parte, es su responsabilidad. Entonces ¿cuál es el papel de la educación en la construcción de la sociedad democrática?

La educación para la democracia debe formar valores humanos para que todas las personas guíen sus vidas con un “Código de Honor” y sean fieles a la declaración Universal de los Derechos Humanos. Cumplir con lo que se empeñaron. El Código de Honor es un código ético que permite actuar a los ciudadanos con coherencia entre lo que dicen y lo que hacen. La crisis de la educación se refleja en la crisis de los individuos en relación con los valores humanos. No respetar lo que uno ha jurado cumplir, es un problema moral para la democracia y una grave complicación para la política que puede llevar al país al abismo.

Los que debieran garantizar el cumplimiento de la Constitución Política del Estado simplemente lo vulneraron llevando la política y los valores democráticos al basurero. Ya había expresado con sarcasmo un escritor: “Esta es la definición de la ley: algo que puede ser violado”. Desconocer la voluntad del pueblo es desconocer los principios éticos en la política y es un riesgo fatal para la democracia. Lo que hizo el Tribunal Constitucional Plurinacional (28 de noviembre de 2017) tiene un nombre: podredumbre de la política. Y el silencio cómplice del actual Defensor del Pueblo en este hecho, nos lleva a una interpelación necesaria: ¿Quién nos defiende del Defensor del Pueblo?

¿Nuestra educación ha formado y/o está preparando para la democracia? ¿O ha deformado para la dictadura? En la Reforma Educativa neoliberal se planteó como tema transversal: “Educación en democracia”. En la reforma pos-neoliberal (Ley de Educación Nº 070), es un tema abandonado curricularmente. Intencionalmente o no, existe muy poco, tanto como discurso, como aplicación y como aprendizaje; aunque figuran en las leyes respectivas.

Tanto la actual Constitución Política del Estado Plurinacional como la Ley de Educación “Siñani-Pérez” No. 070, conciben la educación como “democrática” (CPE, Art. 78 y Ley 070, Art. 3.) En las mismas, la educación está destacada como democrática, participativa y de consenso en la toma de decisiones. Pero una cosa es el discurso y otra la vida práctica.

A nivel universal la democracia ha sido abordada como eje temático por la educación ciudadana. La misma, entre otros aspectos, presenta postulados fundamentales relacionados con los derechos humanos, las teorías, las amenazas y sus perspectivas futuras. La educación ciudadana es educación para la democracia en un proceso liberador y humanista en el que los ciudadanos ejercen y gozan, de forma plena, todos sus derechos y también cumplen con sus deberes y obligaciones en la sociedad.

La educación para la democracia se funda en la convivencia pacífica; lo contrario a esto tiene un mal nombre: despotismo. La dictadura es anti-pedagógica y anti-democrática. La tiranía y la autocracia responden a una consigna: “el Estado soy yo”. Lo que la educación es para la democracia; el adoctrinamiento es para el totalitarismo. Sea como fuere, toda dictadura (militar o civil) viola los derechos humanos. No hay una dictadura humanista. La dictadura es golpe de Estado y fue muy desastrosa para la historia de nuestro país. Por ello, alguien expresó: “A la más perfecta de las dictaduras, preferiré siempre una imperfecta democracia”. Con las acciones inconstitucionales del TCP se llegará a la “demo-dictadura” una autoridad disfrazada de democrática, con votación y fraude. El fallo del TCP es el retroceso de la democracia.

 
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