Santa Cruz.- Los extremos climáticos mermaron la capacidad productiva del departamento de Santa Cruz, principal productor de alimentos de Bolivia, hasta alcanzar unas pérdidas que rondan los 120 millones de dólares, según la Asociación de Productores de Oleaginosas y Trigo (Anapo).
Los productores han visto cómo se han esfumado sus cosechas, lo que supone su único modo de vida, y se quejan de que nadie les haya apoyado económicamente ante las inundaciones y las sequías.
En un viaje al campo cruceño, organizado por el Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE), el presidente de Anapo, Marcelo Pantoja, reconoció el grave impacto de fenómenos como La Niña con inundaciones en el norte, o la intensa sequía de la parte del este de Santa Cruz.
“Ha sido un año muy difícil, hemos tenido eventos muy dispares en diferentes zonas del departamento. En la zona Norte perdimos 400.000 toneladas de soya”, comentó Pantoja.
En términos económicos, estas pérdidas rondan los 120 millones de dólares, según Anapo.
“Vinieron a ver, pero pareciera que nuestro alcalde no ha puesto en zona roja nuestra zona. Por todo lados ha afectado, no ha hecho ningún trámite para ayudarnos”, explica a Efe Alexandre León, de la Comunidad Litoral.
Este pequeño productor, que cuenta con únicamente veinte hectáreas, relata que el agua le “llegaba al pecho”, lo que hizo que su arroz se secara después de haberse inundado.
El principal cultivo de Bolivia es la soya, con una superficie que supera el millón de hectáreas, que se complementa con otros de rotación como arroz, maíz, sorgo, algodón y caña de azúcar.
Aurelio Yucra trabaja en Villa Paraíso, la zona este afectada por la sequía, y denuncia que “la siembra está sufriendo”, aunque todavía no conoce las pérdidas finales debido a que la cosecha aún no ha terminado.
“Especialmente necesitamos un apoyo de parte del Gobierno, con los créditos que nos dan algunos bancos al 15 %, 20 %, algunos al 7 %”, explica a Efe el productor.
Flavio Beramendi, de la Comunidad de Florida, apunta que él solo cuenta con “150 hectáreas para sembrar”, de las que la mitad se han visto afectadas por “la inclemencia del tiempo”.
“Hemos perdido 200 dólares por hectárea más o menos, es lo que invertimos en preparar el terreno. Tenía todo preparado para sembrar, pero echó agua y dejamos la siembra hasta hoy”, subraya.
En la zona todos son pequeños productores, lo que condiciona mucho su situación y les obliga a organizarse en sindicatos y comunidades, como la Litoral, para salvaguardar lo poco que las inundaciones y la sequía dejan.
Muchos solicitan que Bolivia se abra al mercado de transgénicos para mejorar el rendimiento de los cultivos y abaratar los costes.
Susano Tercero, presidente de la filial Este San Julián, pide al Gobierno que “dé un paso adelante en la siembra de los maíces para que tengamos nuestro propio transgénico, no importado”.
Un transgénico u organismo modificado genéticamente (OMG) es un organismo vivo que ha sido creado artificialmente, manipulando sus genes para que sea más resistente a los agentes externos.
Hasta el momento, Bolivia no permite la siembra de transgénicos, aunque sí su consumo importado de países vecinos, por lo que los productores locales se consideran perjudicados.
“Los países vecinos tienen ventajas, se opta por sembrar poco maíz porque la competencia de los países vecinos es grande. Están metiendo maíz transgénico y nosotros estamos prohibidos de sembrarlo”, cuenta Tercero.
El cambio climático condiciona el futuro del campo boliviano, que busca una solución rápida para evitar un éxodo rural e impedir que la soberanía alimentaria de Bolivia se vea comprometida. EFE
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