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[María Elena Paz]

La dignidad de la mujer


Se habla de dignidad si las personas en su manera de comportarse, lo hacen con gravedad, decencia, caballerosidad, nobleza, decoro, lealtad, generosidad, hidalguía y pundonor. Por ejemplo, en la hora de cumplir con los compromisos, la dignidad se refiere a la formalidad, a la honestidad y a la honra de las personas

La violencia contra las mujeres, y en particular la que se produce en el entorno familiar o en relaciones de pareja, ha sido vista tradicionalmente como un problema de ámbito privado, condicionando o limitando la acción política, el debate público e incluso las actuaciones judiciales. En este sentido, especialmente durante las dos últimas décadas, la transformación de nuestra sociedad en el ámbito democrático ha provocado un importante clima de sensibilización social contra la violencia doméstica y otras formas de agresión contra las mujeres.

La comunidad internacional, significativamente desde la declaración del 25 de noviembre como Día Internacional para la Eliminación de la Violencia de Género, ha avanzado igualmente en este sentido, influyendo incluso en los cuerpos legislativos de muchos países, incluyendo Bolivia. Pero esta evidencia de la violencia contra la mujer convive -y es el auténtico drama- con una realidad que nos habla del recurso de la violencia como moneda habitual para el abordaje de conflictos entre parejas. Las noticias de muertes de mujeres golpean nuestra conciencia con irritante frecuencia, con el agravante de que esta violencia se produce cada vez más entre jóvenes. No es desconocido que en nuestro medio se ha incrementado demasiado, será por carencia de valores, descuido paternal, consumo de drogas, surgimiento de doctrinas políticas foráneas, por tanto, fruto de una cultura tradicional machista, que invade todas las escalas sociales y culturales.

Sin duda, algo estamos haciendo mal o son insuficientes los esfuerzos que en este sentido hacen gobiernos, instituciones públicas y privadas, dirigentes, educadores y asociaciones. Esta impotencia me hace apelar de nuevo a la responsabilidad ciudadana, porque es un problema que a todos nos afecta y entre todos tenemos que ponerle fin, asumiendo, como un primer camino, la conciencia de que esta lacra social conculca los más elementales cimientos de los derechos humanos. Kofi Annan, ex-Secretario General de la ONU decía con justeza que “la violencia de género es quizás la más vergonzosa violación de los derechos humanos”. Auguraba, además, que mientras continúe este estado de cosas, “no podemos afirmar que estemos logrando progresos reales hacia la igualdad, el desarrollo y la paz”.

Es urgente un cambio de mentalidad que destierre para siempre este hábito de superioridad y dominio de unas personas sobre otras, que es una flagrante ofensa a la dignidad del ser humano. Y hablamos del ser humano en general porque el valor de la mujer, su dignidad, radica simplemente en ser miembro de la especie humana. Esa es la base de la igualdad. “Es justo, es necesario, reconocer el valor que la mujer tiene en los distintos ámbitos de la vida humana. Es justo, es necesario, defenderla en su valor, en su riqueza propia, irrenunciable”. Pero para eso hace falta tener muy claro que la dignidad de la mujer se fundamenta en su mismo ser como persona.

 
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