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Norte Amazónico amenazado por agricultura mecanizada

• Según Cipca, varias propuestas son planificadas en nombre del desarrollo; sin embargo, este término es confundido con crecimiento económico sin importar otros aspectos de la sustentabilidad como los impactos sociales y ambientales


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El Norte Amazónico de Bolivia, por sus características naturales, es una región con potencial forestal que se ha mantenido en un estado de conservación relativamente bueno en comparación a otras regiones amazónicas de países vecinos, debido principalmente a las actividades de recolección de productos forestales no maderables, más propiamente de la castaña (Bertholletia excelsa) que está presente en los bosques amazónicos, que ayuda a conservar el bosque y genera más de 170 millones dólares por año para la región, además de otros 30 millones de dólares de otros productos forestales no maderables y maderables.

Según el investigador de Cipca Carmelo Peralta Rivero, el ingreso familiar anual de las familias campesinas e indígenas de esta región es de Bs 32.904 para una familia con cinco miembros, de éstos, 90% provienen del Valor Neto de Producción (VNV) que es el conjunto de actividades agrícolas, pecuarias, forestales, caza, pesca, recolección y otros.

No obstante, Peralta dijo que desde hace varios años se especula sobre el cambio del modelo de producción para el norte amazónico y en general para la Amazonia boliviana. Algunas de estas propuestas se enmarcan según las potencialidades de la región como la propuesta de Ley de Desarrollo Integral para la Amazonia Bruno Racua, pero poco o nada avanzó después de que ésta se aprobara en grande en la cámara de diputados en 2014, y fuera archivada hasta el día de hoy. Por otro lado, varias otras propuestas se vienen desarrollando y planificando en nombre del desarrollo, término que es confundido con crecimiento económico sin importar otros aspectos de la sustentabilidad como los impactos sociales y ambientales.

Según la publicación, el último año se ha hablado mucho sobre la necesidad de cambiar del Plan de uso de suelo de Pando, Beni y otros departamentos, también se han propuesto complejos productivos para agricultura intensiva, ganadería y otros. La cuestión aquí es aclarar que la vocación de suelos no cambia considerablemente con los años a no ser que se realicen actividades intencionadas, como por ejemplo los procesos de deforestación que cambian la cobertura y uso de suelo para otros fines empobreciendo las características fisicoquímicas de éstos en relación a sus características originales. Entonces, ¿hay que deforestar miles de hectáreas de bosques para justificar un cambio en el Plan de Uso de Suelo?, o ¿acaso las sabanas o pampas del Beni cambiarían sus característica fisicoquímicas en 20 años sin intervención humana?, pues no, y no se justifica un cambio del Plan de Uso de Suelo a no ser que haya interés desde una visión comercial. Al respecto, Hans Jenny que fue profesor de la ciencia del suelo de la Universidad de California, Berkeley, concluyó que para la formación y cambios en el suelo de manera natural de 1 cm de suelo tienen que pasar cientos de años y depende de factores tales como: material parental o roca madre, clima, relieve o topografía, biota (organismos) y tiempo.

Estas propuestas de cambios del plus o propuestas extractivista bajo mecanización al parecer son respaldadas e impulsadas sobre todo por el empresariado agroexportador, los gobiernos locales y departamentales, no obstante, varias entidades públicas vinculadas directamente con el desarrollo productivo de esta región poco o nada opinan o proponen ante estos nuevos modelos y escenarios de cambios futuros, desligándose de sus responsabilidades.

Un claro ejemplo del avance de este nuevo modelo en cuanto a agricultura mecanizada con vista a un modelo agroindustrial ocurre en municipio Puerto Gonzalo Moreno. La producción de arroz bajo el modelo mecanizado no tuvo antecedentes en esta región, y para ello, el Gobierno Departamental Autónomo de Pando y el Gobierno Municipal Autónomo de Puerto Gonzalo Moreno llevan adelante la subvención de la producción de arroz me­canizado para nueve comunidades y con vista a seguir ampliando la superficie en otras.

En 2017 se analizó los efectos socio-económicos y ambientales de la producción de arroz bajo mecanización a través de entrevistas semiestructurada para una muestra representativa de campesinos e indígenas beneficiarios del proyecto con el fin de conocer su percepción y valoración desde el ámbito de la sustentabilidad del proyecto, lo que permitió identificar beneficios y obstáculos del mismo. Se evaluó también el cambio de cobertura y uso de suelo a través de sistemas de información geográfica y los costos de producción y rendimiento del cultivo de arroz bajo mecanización comparado con otras áreas de Bolivia bajo el mismo sistema.

En términos sociales según la percepción de los beneficiarios el proyecto fue bueno no sólo porque el arroz es parte de su seguridad alimentaria, sino porque su participación y aporte fue mínimo en el proceso, empero, en la investigación se detectaron también algunos efectos negativos ambientales. Un total de 106 hectáreas sufrieron cambios de cobertura y de usos de suelo, de las cuales se deforestaron 95,53 hectáreas de barbechos y/o vegetación secundaria para fines de proyecto. Aunque se justificó que mencionados desmontes se lo realizaron en barbechos de hasta 10 años. Según Vos (2016) de acuerdo a un análisis con actores de la región, estos indican que es más difícil restaurar un área degrada que conservar un área intacta. Sin duda existe una pérdida no cuantificada de biodiversidad. Al respecto, Gómez (2017) indica que el deterioro de estos ecosistemas incide en la pérdida de recursos para las poblaciones locales y reduce las oportunidades sobre los recursos con una mayor capacidad productiva y por ende incide en la calidad de vida de las familias campesinas. Además, es necesario considerar que este tipo de vegetación secundaria, hasta una edad de 10 años, pueden albergar hasta 34 especies en su mayoría regeneración de especies maderables valiosas y palmeras (Sools, 2007). Por su lado, Gómez (2017) refuerza este argumento al encontrar hasta 29 especies forestales agrupadas en maderables alternativas, maderables comerciales y no maderables en barbechos hasta 20 años. No obstante, la mayor densidad de especies maderables ocurre a los 10 años de edad (38 a 48 individuos/Ha), para lo cual se puede incidir en que, en los primeros años de la sucesión secundaria, se necesita manejo para asegurar la supervivencia de las especies maderables alternativas y comerciales, pero también de la castaña, principal especie que aporta a la economía de la región.

En términos económicos se estimó que los costos de producción para una hectárea del proyecto superan los Bs 10.600 y son más elevados en relación a otras áreas de Bolivia bajo el mismo sistema de producción, por ejemplo, en Santa cruz el costo asciende a Bs 6.176 y en Beni Bs 5.925, según el Observatorio Agroambiental y Productivo (2017) del Ministerio de Desarrollo Rural y Tierras. Igualmente, la productividad que se esperaba según el proyecto era superar las 4 toneladas por hectárea lo cual no ocurrió logrando en promedio 2,25 TM/Ha resultado mucho menor en comparación a otras áreas del país con vocación productiva agrícola como por ejemplo en Santa Cruz se produce al menos 3,37 TM/Ha y en Beni 3,46 TM/Ha. Los principales obstáculos del proyecto encontrados fueron: el escaso conocimiento del diseño del proyecto por parte de los beneficiarios y sus responsabilidades ante éste, bajo aprendizaje y experiencia obtenida, baja fuente de empleo generada, nulo conocimiento de los costos de producción del proyecto, dificultando de esta manera el empoderamiento.

El proyecto tiene un horizonte de 4 años, por lo cual se ha sembrado y está en cosecha la segunda gestión, este proyecto sigue siendo impulsado según una planificación de los actores involucrados que va hasta el año 2019. Pero entre las interrogantes que surgen a partir de este análisis son: ¿por qué seguir fomentando un modelo productivo que va en contra a las potencialidades de la región y que demuestra obtener resultados magros?; ¿por qué no fomentar otras alternativas como los sistemas agroforestales que demuestran obtener mejores ingresos económicos que los monocultivos por muchos más años? y que además tienen beneficios socioambientales relevantes para las familias campesinas e indígenas de esta región; o ¿por qué no solucionar las actuales limitaciones que no permiten la consolidación de los actuales modelos productivos?

En relación a ello, en pasados días el Gobierno nacional entregó en el Municipio de San Pedro, Pando, cuatro silos con una capacidad de almacenamiento de 1.000 toneladas cada uno para arroz, maíz, frejol y otros; impulsando de esta manera un modelo productivo cuyos costos ambientales por la producción mecanizada seguramente serán muy altos. De esta manera surgen las dudas si esta iniciativa es una apuesta para mejorar la seguridad alimentaria o es más bien una incursión en un modelo que pronto planteara soya, oleaginosas e industriales y otros cultivos intensivos. También surge la pregunta ¿por qué no solucionar en primera instancia el contrabando de arroz, maíz, frijol y otros granos que ingresan ilegalmente del Brasil para esta región? ¿Acaso así no garantizaríamos la producción nacional actual?

Lo cierto es que existen un sin número de testimonios, sistematizaciones e investigaciones que hay que rescatar y que demuestran que el modelo de desarrollo para esta región es sin duda el forestal, pero con una mirada más integral del bosque que aproveche las potencialidades de la Amazonía en relación a un cambio radical de los sistemas de producción que incluso van en contra los sistemas de vida de campesinos e indígenas de la región.

La investigación sobre impactos socio-ambientales y económicos del proyecto de arroz mecanizado en Puerto Gonzalo Moreno, norte amazónico, debe servir para el desarrollo de estrategias productivas que coadyuven a la sostenibilidad, tomando en cuenta las fortalezas y debilidades encontradas en este nuevo sistema de producción en la región, pero también para la reflexión crítica y constructiva sobre el modelo de desarrollo que se debe elegir no solo para cumplir con compromisos productivos planteados en planes gubernamentales, sino para garantizar la concreción del Vivir Bien basado en las formas armónicas de manejo de los recursos naturales que aún practican en comunidades campesinas e indígenas en la región y otras áreas de la Amazonía boliviana.

 
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