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También el silencio puede ser monstruoso

Fátima J. Montecinos Ll.

La monstruosidad que ha develado el caso del bebé Alexander con respecto a la justicia boliviana no es la ineficiencia o la ineficacia con la que se ha podido encaminar la investigación sobre las causantes del delito que pudo haber llevado al deceso del menor. Porque los expertos juristas señalan que aun los peritos podrían tener un margen de error hasta de un 4% en sus determinaciones.

Lo monstruoso es haber permitido y haber aceptado (a sabiendas) silenciosamente que se arme toda una tramoya investigativa con base en la duda, la impericia profesional, menospreciando otras opiniones de expertos, como señalan los informes. Envileciendo con esta actitud a todo un sistema operativo de técnicos especializados, juristas y expertos en la medicina forense, hasta involucrando a funcionarios de justicia, como señalan las declaraciones hechas públicas en los distintos medios de comunicación.

Monstruoso es hacer pensar a la sociedad la culpabilidad de un inocente en este delito tan aberrante, sin hacer conciencia sobre las consecuencias inmediatas de una sentencia, y la muerte civil para un joven médico que se formaba profesionalmente para salvar vidas, como una ironía de ese momento. Y por mucho que se desgasten los involucrados en explicar lo inexplicable, lo cierto es que condenaron a prisión a un inocente, con la silenciosa complicidad de aquellos que hoy dicen haber sabido del error, pero callaron.

Monstruoso es en ningún momento pensar en el infante y referirse repetidamente a la agresión sobre su humanidad como si se tratara de un objeto, sin honor, sin dignidad, sin defender su derecho humano a respetar la integridad del sentimiento por tan tierno ser. Dejando a la sociedad paceña impactada por la vergonzosa manera de impartir justicia.

Mejorar la justicia boliviana, desde el punto de vista de un ciudadano común, pasa por concientizar a la sociedad de abogados desde su formación académica, en cuanto a que esta es una profesión que se fundamenta en bases sólidas de la verdad, y pruebas contrastables sobre hechos y causas reales y no en supuestos, para dictar veredictos con justicia. De ahí nacen los jueces probos.

La autora es periodista – Directora de “La Voz Yungueña”.

 
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