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Unasur, otro elefante blanco


 

En el lenguaje corriente el concepto “elefante blanco” hace referencia a ese tipo de animal que recorre libremente, sin que alguien lo moleste, las calles de las ciudades de la India. Es un animal de gran tamaño, sagrado, que no tiene algún valor, no se le da uso, pero se lo respeta. Este elefante es símbolo de la inutilidad. El concepto “elefante blanco” es sinónimo de “obra faraónica” o sea una obra construida con alto costo que no produce renta.

En años recientes el Estado Plurinacional levantó grandes construcciones, instaló enormes industrias e inauguró obras de gran magnitud con el gasto de cientos de millones de dólares que, sin embargo, no tienen la utilidad esperada. Es más, muchas de esas multimillonarias inversiones estatales no producen alguna renta, no justifican las grandes cantidades de dinero invertido, operan a pérdida y, por si fuera poco, reclaman nuevos fondos para financiar sus déficits.

De las 32 empresas que posee el Estado, alrededor de quince están en colapso, como el ingenio de Huanuni, fundiciones de Kachipampa y Corocoro, Museo de Orinoca, pozos secos de petróleo y los grandes edificios que mandó construir el gobierno en San Benito, en cercanías de Tarata, donde debía funcionar un organismo parlamentario internacional, proyecto del manirroto ex presidente venezolano Hugo Chávez: la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), entidad populista que murió antes de nacer.

Esa obra monumental de varios bloques y campos de recreo, que ocupa varias hectáreas, costó nada menos que 62 millones de dólares (según informe del Ministro de Obras Públicas). Eso no es todo, los edificios lujosamente amoblados no serán destinados para lo que fueron construidos, porque Unasur está en agonía y la mayoría de sus socios en desbandada o incapacitados de nombrar delegados.

Ese centro de grandes edificaciones se construyó exclusivamente con dineros del Estado boliviano equivalentes a 433.258.229 millones de bolivianos, (62 millones de dólares). El presidente Evo Morales confesó hace pocos días que rechazó las ofertas de otras naciones de contribuir a la construcción de ese centro y sostuvo: “Inicialmente se pensó que todos los países de Suramérica aporten para la sede del Parlamento suramericano… Con el vicepresidente, con mucha inteligencia, pero también con mucha fuerza y compromiso, dijimos: ‘Para qué vamos a estar esperando que todos los países de Suramérica aporten’. Como nuestra economía está creciendo, decidimos nosotros, por responsabilidad, con nuestros recursos económicos, debemos construir esa sede”. (Sic).

Entonces, durante los tres últimos años se construyó esos bloques, pero pese al gasto, hasta el momento solo ha servido para acoger un reciente congreso de cocaleros, vale decir que se trata de un elefante blanco, una obra faraónica, gasto que podría definirse como malversación, mientras en el pueblo campean las enfermedades, no hay suficientes hospitales, hay hambre, por decir lo menos.

 
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