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[Ramiro H. Loza]

El Órgano Legislativo, ayer y hoy


Se dice que todo tiempo pasado fue mejor. Por supuesto no es posible comparar en calidad el parlamento actual y lo que fue antaño y más contemporáneamente para no ir tan lejos. Hablamos de personalidades eminentes, honestas, libres de ataduras y compromisos con los jerarcas políticos o con los gobiernos. Entonces los partidos competían por cuáles personalidades y en qué número llevaba cada cual al Legislativo. No elegían solamente entre sus militantes, sino que invitaban sin compromisos a personas destacadas para integrar sus candidaturas a las corporaciones elegibles. En esa virtud, los parlamentarios y concejales eran escritores, historiadores, poetas y profesionales calificados.

Ese conjunto de notoriedades no podía menos que prestigiar al Parlamento. No se les pedía obsecuencia ni compromisos y ello tiene que interpretarse como lo que fue, una acción conducente a que el Parlamento sea el oráculo consejero ponderado del Estado y un verdadero laboratorio legislativo. Todo lo contrario -por decir lo menos- de la imagen que hoy presenta esa corporación.

Ahora quienes se apartan del partido en cuyas planchas fueron elegidos, dicen haber sido invitados. Su alejamiento se llama interés, acomodo, en el partido de gobierno. La ideología y los principios políticos tampoco son ahora preocupación importante de los partidos, vacío que es uno de los efectos contraproducentes de su facilismo. En otros casos hay cotización económica de por medio para acceder a tales listas. El referido afán selectivo –en el sentido intelectual y de honestidad- permaneció aunque relativamente hasta la primera mitad del Siglo XX. De ahí en adelante -por supuesto cuando hubo Poder Legislativo- su conformación ha ido degradándose en espiral descendente, salvo las excepciones que al presente también las hay.

Se apreciaba clara lucidez en las propuestas legislativas y entereza en una fiscalización profunda. Los debates –sin límites de tiempo impuestos- rezumaban elocuencia y un leguaje depurado. Se dice que deleitaba escuchar estos discursos sapientes. Se legislaba en el marco del bien mayor colectivo y no de parcialidades. Los legisladores harían bien en leer e informarse de lo que fueron parlamentos anteriores en los Redactores Legislativos que cursan en la Biblioteca de la hoy llamada Asamblea. La historia -con sus luces y sombras- permanece, ajena al afán de quienes pretenden borrarla y fijar el transcurrir nacional en los escasos 13 últimos años.

La búsqueda y la reproducción desesperada del poder en sus distintos niveles, a simple vista no tienen otro objetivo que la acumulación de riquezas junto a la corrupción, su íntima aliada. Este fenómeno ha desplazado los talentos para sustituirlos por quienes ponen a disposición su servilismo. Ahora bastan los “levanta manos” como los llama el pueblo. Memorar a los Parlamentarios del pasado (así con mayúscula), es hablar de personajes de sólidas convicciones, lo cual supone un vínculo indisoluble con la ética. De esa pléyade parlamentaria no se podía esperar una legislación a gusto y conveniencia del Ejecutivo, ni de los intereses económicos que en todo tiempo se proponen manipular a las instituciones en su provecho.

Hoy los dos tercios en Diputados y Senadores a órdenes del Ejecutivo cumplen a cabalidad sus instrucciones. En puridad ambas Cámaras no legislan y la abrumadora cantidad de leyes promulgadas en estos años no ha requerido esfuerzos mentales de sus miembros, sino se debe a consultores amigos del Ejecutivo aunque con un alto costo. Otrora los legisladores contribuían con sus propias luces y su pluma a dar forma y contenido a las leyes. No obstante, senadores y diputados contratan tres o más asesores per cápita, para la distribución común del salario, empero, felizmente, hubo parlamentarios que lo denunciaron. He ahí otra herencia neoliberal acatada sin chistar por los cancerberos del “cambio”.

Creemos que estas líneas se harían incompletas si acaso dejáramos de insertar los nombres de algunos célebres representantes nacionales, que honraron el parlamentarismo boliviano: Franz Tamayo, Nicolás Acosta, León M. Loza, Abel Iturralde, Demetrio Canelas, Guillermo Lora, Sixto López Ballesteros, Oscar Únzaga, Gonzalo Romero, Marcelo Quiroga y muchos otros.

loza_ramiro@hotmail.com

 
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