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[María Elena Paz]

Opresión a la mujer

II

El matriarcado fue sustituido por el patriarcado con el desarrollo de la agricultura, del pastoreo y las técnicas de fundición de metales para crear nuevos instrumentos; propició el surgimiento del excedente de producción. Por un lado, los hombres pasaron a controlar las más sofisticadas técnicas e instrumentos de producción, controlando también los excedentes que generaban. Por otro lado, como en los matrimonios por grupos era imposible determinar la descendencia paterna, la sociedad se readecuó para que los hombres pudiesen legar a sus hijos legítimos los bienes que acumulaban en vida. Para garantizar la herencia, surgió la monogamia.

Para Federico Engels, en su libro “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado”, el desmoronamiento del derecho materno (matriarcado) supuso “la gran derrota histórica del sexo femenino en todo el mundo”. Apartada de la producción social, la mujer se refugió en el mundo doméstico, donde la tarea reproductora de seres humanos, que en el pasado fue su principal triunfo, se volvió su grillete más pesado. A partir de ahí, en los distintos modos de producción (esclavismo, feudalismo y capitalismo) de las sociedades divididas en clases, la historia de la mujer fue la historia de su opresión.

Esa opresión a las mujeres se manifiesta de varias formas: la reproducción y el mantenimiento de la fuerza de trabajo a través del trabajo doméstico no remunerado y la utilización de la mano de obra femenina con salarios más bajos, con más beneficio para los varones.

La opresión afecta a toda mujer en su desarrollo profesional, derecho al trabajo, su libertad para decidir sobre su vida y disponer de su cuerpo. Para justificar la opresión se creó el mito de la inferioridad femenina. Actualmente la tesis de inferioridad es disfrazada por el concepto de “desigualdad”.

En cuanto a la mujer asalariada, después de trabajar en la oficina, fábrica o en el campo, debe cumplir sus tareas domésticas. Aunque ellas trabajen, pueden relegar a mujeres esa segunda actividad. Por eso, solamente las mujeres trabajadoras, por ser explotadas, pueden luchar de forma consecuente contra la opresión. Por su naturaleza, basada en la desigualdad y la explotación, es incapaz de acabar con la opresión a la mujer. Sólo se podrá lograr la igualdad entre hombres y mujeres a partir de una revolución socioeconómica y política que derrumbe esta concepción equivocada.

Las trabajadoras deben unirse en la lucha por la emancipación de la mujer. Los hombres son los únicos beneficiarios actualmente, además de que adquieren ciertos derechos que no tienen las mujeres. Por consiguiente, la idea de que la opresión a la mujer tiene una razón biológica es totalmente equívoca. Dicha opresión tiene una razón cultural y social, por la cual el sometimiento a la mujer se ha ido fortaleciendo a través de prácticas, costumbres y tradiciones culturales que la colocan al margen de la voluntad del hombre. Un claro ejemplo de ello es el matrimonio, que se ha ido constituyendo como la institucionalización de dicha opresión, además de acceso sexual y demás condiciones sociales que subordinan a la mujer, al mismo tiempo que ella no tiene derechos sobre sí misma.

En esta idea se vuelve a plantear que la mujer es un objeto y no un sujeto al que deban ser concedidos derechos. Ante esta condición cultural de subordinación, ¿cuál ha sido la propuesta de las feministas radicales para erradicar por completo la opresión femenina? Pues bien, básicamente lo que propone el feminismo radical para terminar con la opresión a la mujer es una transformación de las relaciones humanas. Es decir, la relación hombre-mujer, y eliminar el sistema sexo-género, lo que implica eliminar los papeles sexuales obligatorios que han sido impuestos a hombres y mujeres. Dicho de otra forma, desde esta perspectiva lo ideal sería eliminar la sexualidad.

Las defensoras de esta corriente creen que esto es posible, dado que la sexualidad y el género son construcciones sociales y no condiciones naturales dadas a hombres y mujeres. También se debe tomar en cuenta los valores y experiencias femeninas para establecer nuevas relaciones, donde no esté presente la opresión a la mujer. Se puede deducir que la opresión a las mujeres, por el patriarcado, tiene un trasfondo cultural.

 
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