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Ecuador

Monólogo pretende romper silencio en torno a depresión

> Treinta y cinco años después, la obra sigue vigente porque habla de problemas que trascienden al tiempo, de experiencias humanas, dificultades sociales, desamores de la vida, afirma el actor


La imagen muestra al actor ecuatoriano Roberto Manrique durante una presentación del monólogo "Puras cosas maravillosas", en Quito (Ecuador).

Quito.- Una reflexión sobre la depresión es el eje de un monólogo con el que el actor ecuatoriano Roberto Manrique busca estremecer a la sociedad para que rompa el silencio en torno a ese trastorno, que tiende peligrosamente "a volverse parte del paisaje".

"Intenté suicidarme hace un mes", "vivo con depresión y no me entienden" son algunas de las confesiones que ha escuchado el actor en encuentros con su público al término del monólogo "Puras cosas maravillosas", que ha presentado en Colombia y que estrenó esta semana en la capital ecuatoriana.

Sobre un austero escenario con una sola silla en el fondo y papeles cortados en el piso, el actor de cuarenta años ejecuta durante noventa minutos la obra de Duncan Macmillan y Jonny Donahoe, en busca de un cambio y reflexión.

"Si vives mucho tiempo y llegas al final sin haberte sentido absurdamente deprimido por lo menos una vez, es probable que no hayas estado prestando atención", es una de las frases de la obra que más impacta a Manrique, confiesa a Efe.

Vincula ello a que "la depresión tiende incluso a volverse parte del paisaje: podemos vivir tristes y desmotivados, (pero) como no se habla, no hay espacio para que eso sea validado, puede ser parte del entorno sin atenderse y, eso sí que es grave porque entonces no hay cómo solucionarlo", subraya.

"Mi padre no ha superado el suicidio de su padre, que sucedió hace 25 años", le dijo un espectador al término de la obra que gira en torno a la historia de un niño de siete años, cuya madre depresiva intenta suicidarse, y a quien quiere insuflar optimismo.

Para ello, el pequeño empieza a hacer una lista de las cosas maravillosas del mundo, un índice que sirve de pretexto a Manrique para portar un mensaje transformador: "Que los prejuicios, el estigma que hay alrededor del tema de la depresión no haga que se perpetúe el silencio".

Actor de teatro y telenovelas, Manrique nació en Guayaquil (suroeste), pero por temas profesionales se trasladó a Colombia y a República Dominicana, donde recibió la propuesta para hacer "Puras cosas maravillosas", nacida de una obra escrita en 1984.

Treinta y cinco años después, la obra sigue vigente porque habla de problemas que trascienden al tiempo, de experiencias humanas, dificultades sociales, desamores de la vida, apunta el actor, quien sostiene que la sociedad vive envuelta en malas noticias.

Para contrarrestar en algo el cúmulo de cosas negativas, Manrique extiende con la obra una invitación a poner la atención en las situaciones sencillas "que todos tenemos".

El público escucha una lista de cosas simples: helados, comida, un beso, una mirada, un abrazo, sueños, amor, el canto de los pájaros, el alfabeto, entre otras que van cobrando importancia a medida que Manrique cuenta sobre el hijo de la madre depresiva, que teme terminar sus días abatido por ese trastorno.

"Es normal que los hijos de suicidas se sientan culpables (...), no es justo sentirse así", comenta al tiempo de referirse también al efecto Werther, que hereda su nombre de la novela "Las penas del joven Werther", de Johann Wolfgang von Goethe, publicada en 1774, en la que el protagonista sufre por amor hasta quitarse la vida.

En el escenario, Manrique reflexiona que "el suicidio es contagioso" y aprovecha para formular un llamamiento a los medios de comunicación para reportar esos temas "con inteligencia".

Solo por primera vez en un escenario, el ecuatoriano mantiene una conexión constante con el público en lo que llama un "teatro participativo", en el que los espectadores se convierten, de improviso, en actores fundamentales para la pieza.

Y no se limita a dos o tres, pues en un punto del monólogo, inicia una carrera entre el público saludando efusivamente con cada espectador derramando una gran vitalidad y alegría, aunque ello le implique trepar en sillas que le permitan alcanzar a los asistentes en la segunda planta.

La obra se desarrolla en medio de carcajadas, momentos tristes y estremecedores, alegres y vivaces, bailes bajo una lluvia de confeti, momentos todos cubiertos por el silencio ensordecedor de la depresión.

La obra da herramientas para que la gente hable de la depresión, que es "un tema que está muy vetado, que se menosprecia como enfermedad, no se da el valor, no se toca", se lamenta.

Y advierte que de su obra "la gente sale inspirada, conmovida, cuestionada y, sobre todo, sale determinada a hacer su lista de las cosas más maravillosas", por las cuales vale la pena vivir. (EFE)

 
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