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[Rolando Coteja]

¿Abogado del diablo?


Según últimas estimaciones (2019) se calcula que en Bolivia existen más de 70.00 abogados inscritos en el Registro Público de la Abogacía del Ministerio de Justicia, de los cuales el 60% es de los que trabajan como dependientes de alguna institución pública o privada, mientras que el restante 40% ejerce la profesión como abogado libre.

Pese a la gran cantidad de profesionales (un abogado por cada 177 personas) todavía hay una gran demanda en las carreras de Derecho de las distintas universidades del país.

El pasado 13 de octubre se conmemoró el día del abogado, en homenaje a la primera Facultad de Derecho de la Universidad San Francisco Xavier, fundada en 1961, anteriormente la Federación Boliviana de Abogados había instituido el Día del Abogado el 27 de julio en homenaje al nacimiento del jurista Pantaleón Dalence.

No se puede negar que al igual que en muchos países de la denominada tercera ola de la democratización, la justicia tiene grandes problemas, dado que existen operadores de justicia (en su gran mayoría abogados) que por una y por otra razón incumplen con su labor. Sin embargo, para tranquilidad de los mismos, este problema no es de exclusiva responsabilidad de los “doctores”, cuya denominación deriva del término español “docto”, adjetivo para quienes poseen muchos conocimientos, por esta razón se los dice doctores a los abogados.

Tal como acontece en otros campos, el ejercicio profesional del derecho se ha complejizado, entre otros, no solo por la inmensa cantidad de leyes que, por si fuera poco, cada vez se van modificando y aumentando, a la vez existe una competencia desleal dentro del gremio, porque hay quienes cobran migajas por lo que hacen (no valoran su profesión) y, por supuesto, hay también aquellos que piden sumas altas dado que ofrecen ganar incluso “causas perdidas”, está por demás decir cómo la hacen (consorcios, “deal makers”, etc.).

Por otra parte, con la aparición de la inteligencia artificial (aplicaciones de internet), existen plantillas de: memoriales, contratos, convenios, acuerdos, modelos de compra-venta, divorcios y otros, por lo que alguna gente ya no ve necesario recurrir a los abogados.

Los tiempos actuales exigen que los juristas tengan que estar permanentemente actualizados, lo contrario significa quedar relegados y por ende no tener trabajo.

Pero no solamente son esos aspectos con los que tiene que lidiar el abogado y, tal vez, esté sea el más complicado dado que existe en el imaginario colectivo que el jurista es una persona corrupta, que no tiene escrúpulos, algo parecido al “abogado del diablo”, aquel que es capaz de hacer cosas incluso contrario a sus convicciones. Bajo el criterio que el abogado (cual si fuera un alquimista) vela más por su interés que él de su propio cliente, dejando de lado la ética y priorizando el factor económico. Existen abogados que se dejan corromper, aunque también hay ciudadanos que corrompen, contratan a los abogados para que ganen sus casos a cualquier precio, “para bailar tango se necesita dos”.

El problema de la ética profesional no es solo del jurista, es el gremio de abogados y universidades que deben luchar por mejorar esta imagen.

En muchas universidades, la ética en la formación de los abogados casi no existe, por el contrario, existe una suerte de silencio cómplice o encumbramiento cuando alguna autoridad educativa, docente o compañero actúa erróneamente no se lo denuncia. Existen abogados que no son corruptos, pero nada hacen frente a la corrupción, porque consideran que no les afecta.

La ética aplicada al ejercicio del derecho se denomina deontología, cuyo origen es griego y significa “tratado o estudio del deber”, el neologismo se debe al filósofo inglés Jeremías Bentham (Deontology of the Science of Morality). El filósofo español-mexicano Luis Villoro Toranzo hace hincapié en la deontología jurídica, como la ética profesional de los juristas, para evitar abusos, elevar el nivel moral y mantenerlo alto.

Para la jurista y escritora española Elena Villares, autora de la novela La Toga, “el ciudadano no conoce todo el trabajo que conlleva ejercer la profesión. Ya que para ser un buen abogado hay que investigar mucho, buscando jurisprudencia, leyendo sentencias, y un largo etcétera, para poder hilar muy fino y no perjudicar al cliente”.

Aprovecho la ocasión para felicitar a todos los colegas abogados del país y como muy bien dice el jurista español Ramón Mullerat, los profesionales del derecho del Siglo XXI debemos adoptar una actitud proactiva para forjar el futuro de la profesión. La globalización ofrece muchas oportunidades para servir mejor a los clientes y a la sociedad; pero también crea serios retos para los valores de la profesión.

El autor es Politólogo – Abogado, docente UNIFRANZ.

rolincoteja@gmail.com

 
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