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Escuelas de samba sin subvención

Brasileños bailan con tambores de protesta



Este año es la primera vez que las escuelas de samba desfilaron sin subvención de la Alcaldía de Río.

Río de Janeiro vibró este fin de semana con los carnavales callejeros y se volcó hacia los desfiles en el Sambódromo, marcados por una fuerte crítica política y social enfocada en la preservación del medioambiente, de los pueblos indígenas y de la cultura afrodescendiente en Brasil.

Los majestuosos desfiles de las escuelas de samba -principal atracción del Carnaval de Río de Janeiro, considerado como uno de los mayores espectáculos del mundo- estuvieron bajo la mira de las iglesias neopentecostales, sumamente influyentes en el gobierno del ultraderechista Jair Bolsonaro.

El mandatario es defensor de la industria minera y también aboga por la explotación económica de la Amazonía. Por ello, la depredación del medioambiente que ha causado la extracción minera fue aludida en los desfiles, donde -además de la deforestación- fueron criticadas las condiciones de trabajo de hombres, mujeres, niñas y niños que viven prácticamente bajo tierra buscando piedras y metales preciosos.

Este año es la primera vez que las escuelas de samba -cara visible del Carnaval de Río- desfilan sin subvención de la Alcaldía. Desde que asumió las riendas de la ciudad en 2016, el obispo evangélico Marcelo Crivella dejó claro que no simpatizaba con el carnaval y promovió un corte progresivo del financiamiento público a estos grupos, que pasaron de recibir dos millones de reales cada uno, en 2017, a no contar con ningún apoyo este año.

Esto las obligó a reinventarse y parte de ese proceso fue la aparición de directores creativos más jóvenes, que están haciendo “un carnaval que es arte, que es una fiesta, pero también es un carnaval político, comprometido”, apunta Luiz Antonio Simas, historiador del carnaval.

Las escuelas compiten por ser parte del denominado Grupo Especial, una especie de primera división entre las asociaciones. Cada una de las escuelas tiene entre 60 y 70 minutos para atravesar los 700 metros de la pista del Sambódromo -ante un público compuesto de unas 70.000 personas- mientras los jurados califican criterios como creatividad, armonía, disfraces o composición.

“Es un carnaval con muchas protestas para que el mundo vea lo que está sucediendo aquí”, afirma Camila Rocha, una treintañera lista para entrar en la pista del Sambódromo con la escuela Estácio de Sá. Por su parte, la vigente campeona, Mangueira, canta a un Jesús popular, con “rostro negro, sangre de indígena y cuerpo de mujer”, que desató la indignación de grupos ultraconservadores cristianos.

“En una época en que se preconiza tanto un Jesús bélico, intolerante y controlador, Mangueira trae el Jesús del Evangelio: amoroso, amigo, compañero de los oprimidos”, afirmó el teólogo y pastor bautista Henrique Vieira, que milita en la izquierda y asesoró a Mangueira en el estudio de la Biblia para crear su desfile. (dw.com)

 
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