Todo cambio de gobierno da lugar a que los responsables quieran remover y renovar todo, reordenarlo y darle más funcionalidad conforme a concepciones partidarias del caso o a nuevas normas de administración: en muchos casos todo está ordenado; pero se cree que cada uno ve lo más conveniente y “acorde con las más modernas técnicas”; pero en todos los casos predominó el nepotismo y los intereses del partido. Los gobernantes no han podido substraerse de presiones de partidarios y hasta de familiares que hayan exigido “participación en la torta” y, siempre pendientes de apoyos, han accedido a otorgar cargos inclusive a quienes no estaban preparados para cumplir funciones delicadas como deben ser las de cooperar a un gobierno.
El presidente Arce se encuentra en esa posición, pero, dada la especie de continuidad que lleva a cabo con su anterior y casi reciente desempeño de ministro, seguramente evitará que el nepotismo sea parte sustantiva de su gobierno, y si debe realizar cambios, que lo haga con personas mucho más capaces y responsables que las que actualmente ocupan esas funciones. Este aspecto de la función pública es de mucha importancia para que el gobierno tenga éxito en el manejo del Estado y, además, sería sentar un precedente para que en el futuro se olvide la manía de creer que los poderes del Estado deben ser para satisfacer intereses y conveniencias de familiares y amigos de los gobernantes que, en algunos casos, siquiera por gratitud al dador del cargo, saben responder eficiente y honestamente a las funciones encomendadas.
Otro problema que perjudica seriamente a un gobierno es que la burocracia crece por exigencias partidarias o intereses creados. Los gobiernos del país, casi por imitación, han tenido altas burocracias, personal en demasía que, con seguridad, poco o nada han servido al país, pero sí se han servido de él, empezando por la percepción de buenos sueldos. Otro grave problema que debe enfrentar el presidente es la exigencia de crear “uno o más ministerios” como si los existentes no fuesen más que suficientes para atender asuntos del gobierno y del Estado.
Es urgente no incrementar burocracias nuevas y menos aquellas que sirvan para “llenar” los nuevos ministerios; hacerlo significa deshonestidad e irresponsabilidad, cuya responsabilidad, al inicio o final de gestión, casi siempre se le carga al Primer Mandatario que, por condescendencias o presiones, se ha visto obligado a hacer lo que él mismo no quería. Evitar la contratación de más personal para el gobierno central, o para instituciones, prefecturas y alcaldías, sería una excelente forma de demostrar que el gobierno está en buen camino y pueda esperarse de él un accionar gubernamental digno, honesto y responsable, en cualesquiera instancias de la administración del país.
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