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La verdad sobre la comunión en la mano

Aarón Mariscal Zúñiga

La pandemia del coronavirus fue la excusa perfecta para imponer los peores males en nuestra sociedad: el aborto, la censura internauta, el fraude electoral, etc. Pero también lo fue para imponer males espirituales, cuyo peligro quizá pocos perciben, como el recibir la Eucaristía en la mano.

A simple vista, parece lógico, ¿no? Después de todo, si los fieles comulgan en la boca, transmiten el coronavirus a la mano del sacerdote y de ahí a las bocas de los demás fieles, y si comulgan en la mano, no lo transmiten... ¿o no es así?

Primera cuestión: para comulgar correctamente en la boca, solo hay que abrir la boca y recibir la hostia ahí, procurando no tocar la mano del sacerdote. Es verdad que algunos fieles comulgan mal, tocando la mano del cura con sus labios o con su lengua, pero para evitar esto, el sacerdote tiene la obligación de dar las instrucciones correctas de distancia en la comunión y ser estricto en su cumplimiento.

Segunda cuestión: en casos extraordinarios, comulgar bien en la mano requiere lamerse la mano después de ingerir la hostia, porque se supone que uno recibe a Jesús, que es Dios y está realmente presente en el Santísimo Sacramento. La hostia deja caer muchas partículas, y si el fiel deja restos de la hostia en su mano y se marcha como si nada, los restos caen al suelo y son pisoteados por los demás fieles. Esto da la impresión de que el comulgante no cree en la presencia real de Jesús en la Eucaristía.

Es cierto que en los primeros tiempos del cristianismo se comulgaba en la mano, pero no de la misma manera en que se hace hoy, descuidando las partículas de la hostia. Además, con el paso de los siglos, luego de intenso debate y estudio teológico, la Iglesia dictaminó que comulgar en la mano era más reverente para demostrar adoración a Jesús.

En las misas donde hay comunión en la mano durante esta pandemia, los sacerdotes no procuran que los fieles reciban a Jesús con respeto. No vigilan que consuman la hostia ahí mismo, y eso produce alto riesgo de irreverencia y hasta oportunidades para sacrilegio (robo de hostias).

A estas alturas, uno se da cuenta de que la comunión en la mano no es un medio para enfrentar la pandemia, sino que la pandemia es un medio para imponer la comunión en la mano. Prueba de ello es que muchos sacerdotes afirman las peores tonterías para presionar a los fieles a aceptar esta práctica.

Por ejemplo, durante algunas homilías, como si de niños ineptos se tratara, el padre L. decía a los fieles de una parroquia en Santa Cruz: «Solo a los bebés y a la enamorada se les da de comer en la boca, ¡los adultos comemos con las manos!». Por otro lado, el padre J. (también en Santa Cruz) decía: «Jesús dio el pan a sus discípulos en la mano en la última cena, y nosotros debemos imitar eso».

Discursos así son creíbles en un comediante, pero ¿en un sacerdote? Se supone que un cura estudia teología y la doctrina de la Iglesia. Todo sacerdote bien formado sabe a la perfección que recibir a Cristo en la boca es más reverente, humilde y adecuado para Nuestro Señor que recibirlo en la mano. Decir lo contrario y ‘argumentarlo’ con sofismas absurdos es ceguera ideológica, y esto a la luz de la verdad no debería permitirse.

Por último, es curioso notar cómo varios sacerdotes se obsesionan con obligar a los fieles a comulgar en la mano, pero no tienen problemas con flexibilizar otras medidas de bioseguridad. Por ejemplo, permiten los ‘bolleos’ de gente para la bendición al final de la misa. Nos obligan a faltar el respeto y adoración a Jesucristo recibiéndolo mal en la mano, pero no nos obligan a otras cosas más influyentes en la bioseguridad. ¿No es el colmo?

Que Dios ilumine el corazón y el intelecto de nuestros obispos y sacerdotes para que vean la realidad sin prejuicios ideológicos. Los fieles que quieren comulgar en la boca tienen total derecho de hacerlo, así lo afirma el Memoriale Domini, documento emitido bajo el pontificado de Pablo VI.

El autor es Lic. en Ciencias de la Comunicación por la Uagrm, columnista en la web Razón+Fe.

Usurpado el 7 de octubre de 1970, por defender
la libertad y la justicia.
Reinició sus ediciones el primero de septiembre de 1971.

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