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‘La fábrica de los sueños’ del director Martin Schreier



Durante 1961, Emil comienza a trabajar como extra en los famosos estudios de cine Babelsberg. Durante un rodaje, se enamora de la bailarina francesa, Milou. Cuando por fin conquista a Milou, el rodaje se cancela y son obligados a separarse.

'La fábrica de Sueños' narra la historia de Emil Hellwerk (interpretado por Dennis Mojen), un joven berlinés que, en pleno verano de 1961, ha sido despedido recientemente del ejército. Desesperado, acude a su hermano Alex (Ken Duken) que, como trabaja como estucador en el DEFA Studio Babelsberg, le consigue un trabajo como extra. Allí es donde conocemos a Milou (interpretada por Emilia Schüle), una hermosa muchacha francesa, de la que que queda prendido desde el primer instante en el que la ve. Todo comienza como un bonito romance inesperado, pero termina siendo un sincero amor de verano. Cuando todo parece perfecto se alzará un muro en la ciudad que les separará. Emil, quien no puede soportar estar lejos de su amada, decide elaborar un peligroso plan para volver a verla. El romántico y dramático largometraje está dirigido por Martin Schreier, quien previamente había dirigido otras dos películas alemanas: 'CRO: Don't Believe the Hype' (2016) y 'Robin Hood' (2013), aunque ninguna como esta. Se estrenó el 4 de julio de 2019 y recaudó 880,158 dólares a nivel mundial. Además de los dos protagonistas y el actor que interpreta al hermano de este, al elenco se le suman tres más Nikolai Kinski, Ellenie Salvo Gonzalez. Desde su estreno, la película obtuvo críticas bastante positivas.

La película de cine independiente llega a Bolivia el 11 de febrero gracias a navsa Films, con motivo de poder motivar el amor y la esperanza en el público.

La película se estrena en todos los cines de Bolivia el 11 de febrero.

La fábrica de sueños es una película que explota tanto el lado romántico de la historia que termina ahogada en las lágrimas de su propio sentimentalismo. Y es una pena, porque el planteamiento de la historia es sumamente atractivo.

La película nos sitúa en Berlín, a principios de los años 60, en los míticos estudios de cine Babelsberg. Un lugar donde en su época dorada se gestaron obras maestras del cine como Nosferatu (F.W. Murnau, 1922), Metrópolis (Fritz Lang, 1927) o El ángel azul (Josef von Sternberg, 1930). Muchas estrellas pasaron por los platós de este Hollywood germano que cambió las flores de su fábrica por los sueños del celuloide.

Y en un lugar tan mágico, es inevitable que surja un gran amor. Él es un ex soldado que se inicia como figurante en los rodajes. Ella es una bailarina francesa que ejerce como doble de luces de una gran estrella de cine. Un amor que se ve truncado con el levantamiento del muro de Berlín que les sorprende a cada uno de ellos en un lado distinto.

Un cuento romántico

La fábrica de sueños es también una película de cine dentro del cine. Un tema siempre atractivo que nos permite adentrarnos al otro lado de la pantalla, el lugar donde se gestan esos sueños cinéfilos. En este caso, lo hacemos a través de la realización de una nueva versión de Cleopatra, una superproducción que el protagonista se saca de la manga para recuperar a su amada.

Con un tono de comedia ligera, se aborda la construcción de esa película y se desperdicia gran parte de las posibilidades que ofrecía ese punto de partida. Se introduce un triángulo sentimental que abarca todos los clichés existentes, se obvia el contexto histórico y se trivializa el oficio de hacer cine.

Todo se reduce a una historia de amor explicada en forma de cuento por un abuelo a su nieto (unas secuencias absolutamente prescindibles). Solo resulta soportable gracias al buen hacer de la pareja protagonista, especialmente una estupenda Emilia Schüle.

La película tiene una narrativa clásica y una puesta en escena bastante apañada. Sin embargo, peca de un exceso de edulcorante que trastoca las posibilidades que tenía el punto de partida de la historia. Se vuelve previsible y simplona, demasiado empeñada en explotar el sentimentalismo de un cuento rosa.

Solo hace falta escuchar la banda sonora compuesta por Philipp Noll, musicalmente bonita, pero que enfatiza tanto las imágenes que resulta tremendamente empalagosa. Sí que me gustaría destacar la presencia de la bella actriz alemana de origen ruso Emilia Schüle, que realiza un trabajo notable. La fábrica de sueños (Traumfabrik) solo puedo recomendarla para románticos empedernidos.

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