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[Ignacio Vera]

La espada en la palabra

¿Y si volviéramos al humanismo?


Quizás peque de idealista en este artículo. Pero ¿para qué sino están los escritores? ¿No deben los intelectuales iluminar con la luz fulgurante de su verbo —al igual que los poetas— el sendero por el cual deben transitar los políticos y las sociedades? Odio los fanatismos, pero quizá, inconscientemente, sí tengo un fanatismo: el del idealismo de la convivencia civilizada, el de la Humanidad como única patria verdadera. Y así como Franz Tamayo en sus Odas de juventud, o como Victor Hugo en su canto épico La leyenda de los siglos escrito en su madurez, yo también tengo esperanzas que se ceban en mi escritura y en lo que espero del futuro para las sociedades. Obviamente, no puedo no hablar de Bolivia.

Para iniciar esta reflexión, tomo un nombre grande de la historia: Erasmo de Rotterdam, probablemente el más grande espíritu del Renacimiento. Él soñó con una patria inmensa: la de la convivencia pacífica. Él, como dice uno de sus biógrafos —Stefan Zweig—, fue probablemente el primer hombre desprendido de los fanatismos religiosos, políticos y raciales; miró más allá que los de su tiempo. Para mí, fue un protoliberal adelantado a su época, porque intuyó que el ser humano, menos que dios pero más que animal, aun amando y odiando, tiene la capacidad de concertar y resolver conflictos.

Puede ser que muchos elementos del Humanismo renacentista hoy estén obsoletos, pero estoy seguro de que nunca como entonces el mundo vio semejante explosión de las bellas artes, la ciencia y el espíritu zahorí. Imagínese el lector de estas líneas un fenómeno parecido, pero ayudado por la tecnología cibernética y los nuevos mecanismos de transportes y telecomunicaciones, ¡imagínese lo que se podría hacer en el espíritu colectivo de las sociedades y hasta dónde podrían elevarse el saber y el arte!

Pero el mundo de hoy enfrenta varios enemigos nuevos. Algunos de ellos son el progresismo, el populismo y el malhadado izquierdismo, fenómenos todos éstos que reducen la historia a una simpleza binaria de buenos y malos, reduciendo a su vez la capacidad crítica de que es poseedor el ser humano. El progresismo está relativizando todo valor moral y ético que ha hecho crecer hombre. El populismo está fomentando políticos cortos de visión, sin responsabilidad histórica ni, mucho menos, preparación intelectual. El resucitado izquierdismo está implantando regímenes poco democráticos, cerrados a la globalización y a la solidaridad entre todos.

Erasmo ya entrevió la cura para esas enfermedades en aquel entonces aún no tipificadas: la cultura y el libro. Y es que mucho harían los políticos si volcaran su mirada hacia uno de aquellos problemas que más aquejan hoy a la sociedad: la falta de educación. Creo firmemente que la solución está en el amor por la cultura y la ciencia universales. Solo ese amor nos llevará a la comprensión cabal del otro y al liberalismo, que creo que es la mejor respuesta política de todas las que se han ensayado hasta el momento.

Sería yo un iluso si pretendiera evocar tales glorias del pasado renacentista y clásico para repetirlas en el presente tal como ocurrieron. Pero estoy seguro de que la educación puede dar un leve giro hacia el humanismo, y que con todos los recursos tecnológicos que nos da la modernidad, siendo hijos del presente, podríamos hacer renacer algo de la gloria artística y científica de ayer. “Brindémonos a la época tal como nos ansía” (Shakespeare).

Es la única forma de construir civilización. La única forma de seguir en el camino del progreso. El nacionalismo, el fanatismo religioso, los ismos de toda laya, odian la libertad y la amplia cultura. Yo podré decir que estoy en mi patria cuando encuentre apertura y empatía aquí donde resido. Mientras tanto, la humanidad es mi patria.

Ignacio Vera de Rada es profesor universitario.

Usurpado el 7 de octubre de 1970, por defender
la libertad y la justicia.
Reinició sus ediciones el primero de septiembre de 1971.

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