OPINIÓN    

Apoyo obrero a empresarios en lucha por la democracia

Luis Antezana



En todas las etapas de su existencia, el pueblo boliviano siempre luchó por conquistar no solo meros objetivos democráticos, sino los más amplios objetivos democráticos (en el sentido económico). Sin embargo, alcanzadas las condiciones para realizar esa ambición histórica, casi siempre quedó frustrado por obra de corrientes partidarias coloniales-feudales o de tipo reaccionario y utópico que se impusieron, contra viento y marea, aunque solo gracias al engaño de caudillos autócratas y dictadores, producto de la ideología populista.

El intento más importante de esa lucha fue el de la revolución de 1952, con el detalle de que los conductores del Estado cumplieron con realizar el noble objetivo de la democracia. Pero, a pesar de la victoria de esas fuerzas progresistas, la reacción conservadora reapareció y volvió a dominar e imponer medidas antidemocráticas por medio de dictaduras reales o aparentes

Pero el latente espíritu democrático popular volvió a emerger de manera inexorable. En efecto, después de varios intentos, ese proceso renació con más vigor, en especial para expulsar a la dictadura de Hugo Banzer, acontecimiento que permitió avizorar la conquista de un amplio democratismo económico y político. En efecto, los sectores sociales que se habían fortalecido desde años antes, mostraron su fuerza y dieron fin con la dictadura antidemocrática. En ese movimiento social, la expresión política del democratismo renaciente fue Domitila Chungara, próspera pequeña comerciante, quien representaba a la naciente clase de los pequeños capitalistas, nacida en 1952 (de campesinos, gremiales, comerciantes, artesanos, empresarios pequeños, etc.).

A continuación, una sucesión de gobiernos militares y civiles (entre 1980-99) trató de canalizar ese movimiento social, (todavía no identificado en su contenido), de pequeños capitalistas, pero no lo pudo materializar, y se desvió hacia utópicas ideologías populistas de derecha e izquierda que no comprendían la realidad y, por tanto, fueron irremediablemente desplazadas por elementos no menos desorientados, hasta que se llegó al Siglo XXI, cuando los pequeños capitalistas rurales (cocaleros, campesinos) y urbanos (contrabandistas, traficantes, artesanos, etc.), encontraron su expresión político-partidaria en otro pequeño empresario cocalero capitalista aparentemente de izquierda.

El movimiento social-democrático creyó entonces haber encontrado a su milagroso Mesías que lo llevaría a la tierra prometida y obtener los objetivos democráticos por los que luchó incesantemente, pero a poco andar, esa fuerza social se desengañó y empezó a constatar que estaba siendo engañada y traicionada al ser discriminada, como efectivamente ocurrió, y que en vez de que se amplíe las conquista de libertades democráticas, se estaba recortando lo poco que había conseguido y lo mucho que se le había prometido.

Pero detrás de ese movimiento social de pequeños capitalistas derrotados y frustrados, que solamente consiguieron promesas y anuncios demagógicos, surgió una nueva clase social intensamente fortalecida por el régimen histórico capitalista vigente, vale decir la poderosa clase de profesionales (médicos, etc.), grandes y medianos empresarios respaldados, ¡oh sorpresa!, por una naciente clase obrera, con capacidad de tomar las calles, dar su vida, luchar por sus patronos y no dar un paso atrás en su lucha, y ya no solo por una democracia usual, sino por la más amplia democracia. En fin, un “salto” sustancial en la evolución socio-política boliviana.

Pero, ¿cómo explicar que los trabajadores dependientes salgan a la lucha en apoyo a sus empresarios? Pregunta explicable porque en países donde está naciendo el capitalismo, como en Bolivia, ese sistema, pese a sus contradicciones, es una poderosa fuerza progresista y en su realización están interesados no solo los empresarios sino también, en especial, los trabajadores, tomando en cuenta que no solo serán los empresarios los beneficiarios de ese nuevo sistema, sino también serán muy especialmente los obreros y quizá éstos más que aquéllos. Por tanto, a los obreros más les interesa la revolución democrática que a los empresarios y por eso se ponen en las primeras filas para conquistar la democracia.

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