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[Luis Antezana]

¿Hay candidatos para un nuevo gobierno?


En la influyente opinión pública flota una insistente pregunta: ¿Hay partidos y candidatos que puedan hacerse cargo de las riendas del gobierno, ya sea por vía electoral o cualquier otra forma? La respuesta corriente es que, de momento, existe carencia de dirigentes y partidos políticos que puedan hacerse cargo del poder político. En eso consiste la pregunta que se hacen la opinión pública, colectivos y plataformas sociales emergentes y, además, esa sería la causa para que la actual contradictoria situación política nacional se prolongue indefinidamente.

Al parecer, eso sería cierto, pues ese tipo de fenómenos sociales ocurre en ciertas circunstancias de la vida de algunos pueblos, en especial en momentos de transición de un régimen a otro, cuando un país ha sido destrozado por una guerra o fue víctima de alguna gran catástrofe. Sería producto de emociones y sentimientos encontrados que vacilan entre el pasado y el futuro, entre el coloniaje y la nación o entre el caduco comunitarismo - feudalista y la nueva democracia.

En efecto, ese extremo podría ocurrir en caso que un suceso inesperado ponga fin al régimen actual, sin hablar de un proceso electoral, como una asonada, tumulto o insurrección, como ocurre normalmente en la quebrada vida política. De producirse ese inesperado suceso, el país quedaría sin gobierno, a no ser que en medio del torbellino algún audaz candidato presidencial (de los varios que existen) aparezca en el balcón del Palacio Quemado, aunque de seguro de inmediato sería derrocado por una silbatina, lo que volvería a ocurrir si enseguida se presentase otro candidato parecido, que correría la misma suerte y así sucesivamente, por lo que se mantendría el vacío de poder hasta encontrar solución.

Entonces, frente a esa realidad ¿cuál sería esa solución? Una de ellas, tal vez la única posible, sería que se conforme un gobierno de notables, vale decir un gobierno que sería provisional, integrado por elementos que se distinguieron por su actitud y su posición política durante la resistencia en las actuales circunstancias y se destacaron en combatir el pasado y mirar al futuro. Por tanto, esa sería la forma en que el pueblo aceptaría un gobierno, el mismo que sería provisional, revolucionario y tendría el respaldo popular adecuado para gobernar al país mientras sea necesario y adopte las medidas necesarias para alcanzar la normalidad.

¿Cuál sería la misión de ese gobierno provisional? Esa misión sería exclusivamente la posibilidad de convocar a una Asamblea Constituyente (como ocurrió, por ejemplo, ante el derrocamiento del autócrata Mariano Melgarejo en 1871). Es más, esa Constituyente dictaría una nueva Constitución, acorde con la actual realidad del país y su perspectiva histórica. No solo eso, sino como poder de poderes, elegiría a los nuevos mandatarios o bien llamaría a elecciones nacionales para así formar un gobierno con los valores políticos surgidos durante el proceso y con el objetivo de remontar el desarrollo histórico, corrigiendo los errores, consolidando los aciertos y evitando cualquier posibilidad de restaurar el pasado colonial y feudal.

Sin embargo, como excepción a la regla, el Gobierno provisional estaría obligado a dictar medidas de urgencia para rectificar el desviado proceso histórico y orientar al país hacia grandes objetivos nacionales y democráticos. Se debe recordar que ante el derrocamiento de Melgarejo, el coronel Agustín Morales anuló todas las medidas dictadas por la dictadura defenestrada y puso al país en su verdadera senda histórica.

Una Junta de gobierno provisional, producto de un acontecimiento de significación histórica, pondría fin a ambiciones personales y daría lugar a una Asamblea Constituyente que refleje la nueva realidad del país que, en forma natural, dejaría de lado a elementos y aun partidos descalificados. Es sabido que, cuando en ciertas circunstancias la historia no tiene a mano un hombre, lo inventa inmediatamente y también inventa los mecanismos necesarios para seguir adelante.

Por otro lado, se debe considerar que los procesos históricos son incontenibles y no esperan a que surja algún partido con brillantes enunciados políticos, ni que aparezca algún predestinado con grades dotes de estadista. La historia avanza de todas maneras y no espera que se le brinde actos de protocolo diplomático para desarrollarse, más aún cuando las formulaciones teóricas resultan siendo atrasadas y son siempre superadas por la realidad.

 
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