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[Carlos G. Maldonado]

Objeción de conciencia


De acuerdo con la reciente notificación al Estado, por parte del relator de la CIDH para Bolivia, Dr. José Eguiguren, se sabe que está a la espera de la respuesta al recurso de Amparo interpuesto por un joven compatriota nuestro, impugnando el servicio militar obligatorio, fundamentando su demanda en valores de conciencia propios, según afirma, no compatibles con la doctrina de las FFAA.

Lo precedente reabre la añeja polémica: ¿debería tener carácter obligatorio este servicio castrense? Recordemos no obstante que la objeción de conciencia se entiende como el argumento de carácter ético o religioso que una persona opone ante disposiciones oficiales, como por ejemplo el cumplimiento del Servicio Militar.

Comprometida es la tarea de aportar un criterio imparcial concluyente, dejando de lado divagaciones intelectuales y/o doctrinarias de cosecha propia a favor o en contra de la obligatoriedad impuesta por el Art. 249 de la Constitución Política del Estado, basadas únicamente en caducos conceptos patrioteros o en las invariables denuncias sobre violencia o discriminación supuestamente dentro de las Unidades Militares.

“El vestir el uniforme de la patria debería ser para nuestra juventud, un orgullo y no una obligación”, señala con ligereza el mando castrense, indiferente ante la dilatada polémica hoy desencadenada en muchos ejércitos de países del mundo.

Para el ciudadano común (sin tiempo para la presente materia) sirva este breve resumen de la situación general en ejércitos de la región, que hoy proponen mejores incentivos y otras expectativas ante el incierto problema, con el intento de acercarse aún más a sus comunidades. Perú, Brasil y Argentina apuestan por una mayor capacitación tecnológica y acceso a universidades con una cantidad mayor de becas, así como mayores estipendios mensuales para el efecto. Ecuador incorpora un seguro de vida y capacitación en instituciones del Estado (SECAP) en turismo, hotelería, electricidad, piscicultura, enfermería y guardería para damas (cuya incorporación en las tres fuerzas aflora cada año más), con títulos en provisión nacional. Tales ejércitos consideran en común, asimismo, una remuneración económica mensual, basada en el mínimo nacional de sus países (denominado en nuestro ejército un irrisorio “socorro”).

Bolivia, conforme al reciente DS 1.875, tiene su política de continuidad de estudios de bachillerato y/o universitarios o técnicos medios paralelos a su instrucción militar. A la conclusión de su servicio, contempla el acceso a becas de estudios superiores en universidades o de sus propios institutos o EMI, al margen de su libreta militar y un optativo brevet de conducción en convenio con la DGT.

Pero no todo es miel sobre hojuelas; al margen del dedo acusador de la Defensoría del Pueblo por abusos físicos, violencia extrema u ocupaciones en labores ajenas al servicio, se acusa a la Institución Armada por imposición de elevadas “multas”, tanto para consecución de una libreta auxiliar ante el Ministerio del ramo o exagerados e injustificados costos para la postulación de sus hijos al servicio premilitar.

Pese a lo anterior, considerando la mayor afluencia de jóvenes del campo en periodos de reclutamiento, admitamos por un momento que el servicio ha servido para que muchos por primera vez en su vida comenzaran a recibir tres comidas por día, un par de sábanas y una cama. Se les exigió limpieza, se los vacunó, se les dio atención médica y a los analfabetos se les enseñó a leer y escribir; y lo mejor, se los acostumbró a ser disciplinados, respetuosos ante las autoridades e instituciones -valores que la sociedad aprecia-. Se les ha enseñado a lidiar con desastres naturales inesperados, como inundaciones, sequías, incendios, pestes y epidemias, así como a hacer vacunaciones, etc., y la defensa de riquezas como la ictícola. Muchos al terminar su instrucción son más respetuosos y encaminados a incorporarse a la vida en sociedad, alejados en muchos casos de la marginación y la delincuencia.

Volviendo a la mencionada demanda, recordemos el convenio OSCAR (Ejército-Iglesia católica), un programa para jóvenes con objeciones de conciencia, en trabajos de logística y desarrollo ajenos al uso de las armas.

De esta manera deberíamos fortalecer y no enviar señales de desmotivación a los jóvenes que van a servir a la Patria, ya que nuestra doctrina es la defensa y preservación pacifista de nuestras fronteras, como determina la vigente CPE del Estado plurinacional.

José Mujica (el ex presidente más “pobre y humilde del mundo”) decía que “el nuevo ejército en nuestros países está impuesto a inculcar en sus futuros ciudadanos el hábito del estudio, trabajo y principalmente el control y seguridad de sí mismos, creando con este esfuerzo un soldado diferente para el servicio futuro de su patria, formando al mismo tiempo con sus camaradas una segunda familia”.

El autor es abogado.

 
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