La Paz ni en los momentos más difíciles de su existencia dobló la cerviz ante quienes representaron el Poder omnímodo, sino que se mantuvo, en todo momento, con la cabeza erguida, contestataria e impertérrita, no obstante que esta situación le acarreó dolor, sangre y luto. Con este accionar ratificó su indeclinable decisión de participar en la construcción de un futuro más auspicioso, con justicia y equidad.
Y como sede del Gobierno ha simbolizado el rostro de Bolivia y en este marco jamás ha regateado su aporte a consensuar y armonizar inquietudes relativas a la transformación estructural de la nacionalidad, acorde con las exigencias del momento histórico.
“Cuna de la libertad, tumba de los tiranos”, se dijo de ella, porque, y esto a manera de refrescar la memoria, acabó con los sanguinarios, le puso coto a los excesos políticos y a la arrogancia de los gobiernos de turno. Las pruebas sobre este particular están debidamente inscritas en los anales del pasado mediato e inmediato. Asimismo con una masiva y combativa movilización echó por la borda el “sinceramiento económico”, o más conocido como el “gasolinazo”, que quiso poner en marcha, en el pasado inmediato, el régimen actual. Los desheredados se pronunciaron entonces en defensa de sus reivindicaciones y exigieron más pan, techo y libertad, para sobrevivir con dignidad.
Tierra altiplánica y austera, contribuyó, en el pasado mediato, no sólo con sangre de sus hijos sino con la entrega de recursos naturales, renovables y no renovables a favor del engrandecimiento nacional, que abarcó a todo el territorio patrio; y al bienestar social, en particular, con espíritu solidario, de bolivianidad y desprovisto de toda actitud reticente.
Esto quiere decir que ha caminado, hoy como ayer, con la historia o, para ser más concretos, se ha identificado, pese a los problemas propios de la indiferencia e indolencia, con los supremos intereses nacionales y no así con pequeñeces ni asumiendo señales de retroceso. Consecuentemente ha marcado con heroísmo, coraje y esfuerzo el destino patrio, memorable hecho que la ubicó en la vanguardia de las luchas sociales y políticas del continente latinoamericano.
La Paz que ha levantado gobiernos también ha provocado la caída de éstos, debido que estuvo informada, permanentemente, de sus fortalezas y debilidades, de sus éxitos y fracasos, aspectos que crearon las condiciones objetivas y subjetivas para reiterar o retirar el respaldo político, en dictadura y democracia. Y es que quienes ganaron La Paz también ganaron al conjunto nacional.
En este contexto, quiérase o no, La Paz se constituyó en el termómetro que marcó las altas y bajas de la actividad política, en todos los tiempos.
En suma: La Paz merece la gratitud y el reconocimiento de gobernantes y gobernados, lo que se debería traducir en obras, en beneficio de la ciudad, del agro y la mina, para su desarrollo regional, de cara al Siglo XXI, debido que ha contribuido con creces a la construcción del país, desde el momento mismo que los Katari, los Murillo y tantos otros fecundaron con valiosas gotas de sangre los cauces de la liberación nacional. ¡La llama revolucionaria de 1809 permanecerá activada por el bien común!
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