[Rodolfo Becerra]

Nuestro país no declaró la guerra a Chile


Después del asalto chileno a Antofagasta, el 14 de febrero de 1879, en los momentos más dramáticos por los que atravesaba Bolivia, y conocidas las ocupaciones de Mejillones y Caracoles, el Gobierno del Gral. Hilarión Daza adoptó medidas precautorias, declarando a la Patria en peligro y concediendo amnistía amplia e irrestricta, dictando para el efecto los decretos de 26 de febrero de 1879.

Y mediante el decreto de 1 de marzo siguiente dispuso otras medidas defensivas, como suspender todo comercio y comunicación con Chile, la desocupación de chilenos, el embargo de sus bienes, excepto sus papeles privados, equipaje y artículos y menaje particular, en tanto las empresas mineras podían continuar su giro a cargo de un administrador, cuyos productos netos debían ser empozados en el Tesoro Nacional.

Pero ninguno de sus artículos habla de una declaratoria de guerra, ni siquiera se menciona esta palabra. Otro decreto de la misma fecha dispuso el descuento de sueldos de los empleados civiles y eclesiásticos para repeler la agresión chilena.

La declaratoria de guerra sólo podía disponerla el Congreso mediante una ley, como la que dictó el 5 de junio de 1863 el gobierno del Gral. José María de Achá y que fue abrogada por el Gral. Mariano Melgarejo, para dar curso a las negociaciones del Tratado de 1866.

Sin embargo, la historiografía chilena, tan hábil para tergiversar los hechos según sus conveniencias y mostrar los acontecimientos según plazca a sus intereses, ha declamado que con el citado decreto de 1 de marzo de 1879 Bolivia le declaró la guerra. ¡Falacia que historiadores bolivianos repiten, remedando esta falsedad!

Entonces es fundamento principal que sólo el Poder Legislativo tiene facultad para declarar o autorizar una guerra. Así lo hizo el Congreso chileno, mediante ley de 4 de abril que autorizó al Presidente de Chile declarar la guerra al Perú y a Bolivia, lo que se efectivizó mediante decreto del día siguiente contra el Perú. Chile asaltó, invadió y se apropió del Litoral boliviano sin guerra declarada.

Es tan evidente la mentira chilena que examinando el decreto de 1 de marzo citado, ni siquiera la parte considerativa menciona la palabra guerra, dice: “Que el gobierno de Chile ha invadido de hecho el territorio nacional, sin observar las reglas del derecho de jentes, ni las prácticas de los pueblos civilizados, espulsando violentamente a las autoridades nacionales, residentes en el departamento de Cobija. El gobierno de Bolivia se encuentra en el deber de dictar las medidas enérjicas que la gravedad de la situación exije, sin apartarse, no obstante, de los principios que consagra el derecho público de las naciones”.

La mentira chilena queda, pues, evidenciada por la expresa disposición eminentemente defensiva del decreto; porque un país invadido a mansalva no podía quedarse quieto sin preparar su defensa.

Después de adoptar dichas disposiciones de defensa, el pequeño y pobremente armado ejército boliviano acudió a Tacna, en cumplimiento del Tratado de Alianza defensivo que suscribió con el Perú en 1873, con los resultados de descalabro que se sucedieron por la incapacidad de los mandos militares, una carencia de estrategia, errores logísticos y tácticos y una ausencia de espíritu de alianza.

Sólo la ciega fortuna salvó a Chile de ser derrotada, sea en Pisagua, San Francisco o el Campo de la Alianza, aun con la inferioridad de elementos de guerra. Por todos aquellos errores, graves, fue enclaustrada Bolivia, humillado el Perú y se ensoberbeció Chile, el agresor.

Chile ninguna guerra ganó a Bolivia para apropiarse del departamento del Litoral. Se apoderó de él como quien atraca en el camino a un indefenso, porque el Ejército boliviano fue abatido en defensa del aliado en tierra peruana. La historia de la Guerra del Pacífico se ha escrito sobre la base de mitos, falsedades y mentiras tejidas astutamente por los historiadores chilenos, por lo que deben ser esclarecidos.

Chile inventó una inexistente declaratoria de guerra por parte de Bolivia, valiéndose del decreto de 1 de marzo como pretexto, para invadir más territorio al norte del Paralelo 23; Caracoles fue ocupado el 18 de marzo, Cobija el 21 y enseguida Tocopilla, asolando después Calama el día 23.

Si en principio el Paralelo 23 fue el límite de la ambición de Chile, enseguida se envalentonaron los chilenos para proseguir la ocupación del resto del departamento del Litoral, manifestando en todas aquellas poblaciones que la ocupación sería transitoria, disponiendo la permanencia de los empleados públicos, “a fin de que continúen sirviendo a los intereses de Bolivia”.

La astucia y el fraude chilenos no tuvieron límites en esa invasión nefasta.

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