Cuentos clásicos

Dick Whittington y su gato Negrín


Dick Whittington era un pobre paisano que habiendo perdido a su padre y a su madre decidió ir a Londres a buscar fortuna. No tenía más amigo en el mundo que su gato, que se llamaba Negrín, que él había recogido medio muerto de hambre, y fue, en realidad un amigo muy útil para él.

Dick creía que el oro se encontraba en todas las esquinas de Londres, pero pronto comprendió que no era tan fácil hacer fortuna y tuvo que dormir muchas noches en la calle con su gato Negrín. Por fin encontró una colocación como lavaplatos en casa de un rico comerciante. Desgraciadamente, la cocinera era muy mala, le pegaba siempre y lo hacía dormir en una guardilla llena de lauchas y de ratones. Pero el Negrín era tan buen cazador que pronto terminó con todos esos animalitos.

El comerciante hacía negocios en el extranjero; cargaba un buque de mercaderías y lo fletaba a países lejanos, donde vendía estas últimas con enormes beneficios. Como era un hombre bueno, permitía que su servidumbre mandara en su buque las cosas que deseaba vender.

Un día que su buque salía para el Africa, su hijita Alicia encontró a Dick y le preguntó.

–Y tú, ¿qué mandas en el barco para vender?

–No tengo nada más que mi gato –respondió el niño.

–Pues bien, manda a tu gato.

Y para agradar a Alicia, Dick mandó a su único amigo. Pero pronto se arrepintió de haberlo hecho, pues las lauchas y los ratones volvieron a aparecer en la guardilla y la cocinera le pegaba cada vez más.

La vida se le hizo tan imposible que una mañana hizo un atado con su ropa y emprendió a pie el camino hacia su país natal.

Cuando llegó a la ciudad de Holloway se sentó a descansar sobre una piedra y oyó el carrillón de las campanas que resonaban a lo lejos. Le pareció que éstas decían:

Vuelve, Dick Whittington

Whittington, vuelve pues

Tres veces alcalde de Londres

Tres veces serás Whittington.

El pobre Dick quiso reír pero sus ojos se le llenaron de lágrimas. ¡La cosa parecía tan imposible! Sin embargo, volvió sobre sus pasos y caminó un rato.

Vuelve, Dick Whittington,

Whittington, vuelve pues. . .

Repetían las campanas; el muchacho se detuvo pensando que era una cosa absurda, pero oyó de nuevo:

Tres veces alcalde de Londres

Tres veces serás Whittington.

Después de todo–pensó–,–la cocinera era la única que me trata mal en la casa. La pequeña Alicia me habla con cariño. Volveré, como dicen las campanas, y Dios sabe lo que sucederá.

Efectivamente, algo pasó al poco tiempo: el buque que había llevado a su gato volvió en esos días y Dick supo con sorpresa que el animalito se había vendido muy caro.

Al llegar al país de los moros, el capitán del barco había ido a visitar al rey, que lo había invitado a comer. Presencio entonces un espectáculo extraordinario. Apenas los invitados se levantaron de la mesa apareció una cantidad de ratones y lauchas que se arrojaron sobre los restos del festín, devorándolo todo.

–¿Cómo es posible que no destruyan esta plaga?–preguntó el capitán. –¿Acaso no hay gatos aquí?. . .

–¿Gato?–preguntó el rey,–¿qué animal es este? Yo he comprado muchos leones y tigres, pero no consigo que maten una sola laucha.

El capitán envió a un marinero al barco para que trajeran a Negrín. Cuando el rey vio con qué rapidez este animal cazaba lauchas y los ratones, golpeó las manos y gritó de alegría, diciendo que quería comprar ese gato a toda costa.

–¿Quiere venderme ese maravilloso animalito por seis bolsas de oro?

El capitán aceptó y el barco volvió, trayendo el oro de Dick Whittington.

La perversa cocinera dijo a su patrón que Dick era un infeliz lavaplatos, sin ningún amigo en el mundo y que no merecía tener tanto dinero, pero el comerciante era honrado y lo entregó a Dick, haciéndolo permanecer en su casa, donde lo educó como si fuera su hijo.

Más tarde Dick se casó con Alicia y fue nombrado tres veces alcalde de Londres, como lo había predicho las campanas, siendo, además, nombrado caballero por el rey de Inglaterra.

 
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