[David Foronda]

El mundo es de los jóvenes, pero también de los viejos


Recuerdo aún las expresiones de alguien hace algún tiempo, cuando al ver pasar a un individuo de muy avanzada edad y pedirle una moneda, exclamó: estos viejos de... ya deberían morirse. No fue necesario reprocharle algo, porque, por cierto, nada más que el mismo tiempo se encargaría de hacerle notar que se trató de una brutal, torpe e infundada expresión, puesto que es el camino irremediable que está signado para todos y cada uno de los seres humanos. Al fin y al cabo, nadie es eterno, como tampoco mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista.

Esto viene al caso porque en los último tiempos sobre todo, la discriminación contra las personas adultas es por demás notoria, tanto en el ámbito privado como público. Algún desempleado que carga a cuestas sus buenos años, generalmente es rechazado en las distintas fuentes laborales, aunque no en todas, pero se le hace bastante engorroso y difícil encontrar un puesto de trabajo. Sólo pasar de los 40 años o algo más, ya es contraproducente en la mayoría de los casos, y mucho peor cuando se vence la barrera de los 50 o 60, para ser, entonces, definitivamente marginados del mercado de empleos.

En la pasada gestión, con algo de criterio, las autoridades municipales pusieron en vigencia la “tarjeta del adulto mayor”, mediante la cual se le concedía algunas ventajas mínimas, pero no las suficientes, menos las que merece todo ser humano dentro de lo que viene a significar un verdadero proceso de respeto a los derechos humanos, así como la vigencia plena de la solidaridad que toda sociedad debe brindar a quienes fueron los gestores de infinidad de aspectos positivos. También se habló de la apertura, desde hace un par de años, o algo más, de la “universidad de la tercera edad”, iniciativa plausible por cierto y que dio sus frutos.

De ahí que los nuevos jerarcas ediles que emerjan como producto del voto popular, deberán pensar en hacer algo realmente mucho más positivo y útil en beneficio de este sector olvidado, por cuanto hasta el momento, sin temor a equivocarnos, a casi nadie se ha escuchado referirse a estos temas en bien de dicho capital humano que todavía tiene mucho que ofrecer y prestar a la sociedad y el país. Hacemos referencia a esto porque durante las campañas políticas que se desarrollaron, no se habló mucho en torno a la atención a un segmento que también merece no sólo la atención debida, sino oportunidades para seguir contribuyendo con su aporte.

Es tiempo, pues, para que durante las campañas electorales para las gobernaciones y alcaldías, los postulantes al menos digan “pío”, o “esta boca es mía”, y ofrezcan cosas concretas para este sector ciudadano que no merece ser discriminado, ya que de ser así, sería como negar su existencia.

Como se podrá advertir, todos los segmentos que componen la sociedad tienen los mismos derechos, e incluso obligaciones, por lo que nadie puede ser objeto de discriminación por su edad. Ojalá quienes son autoridades, o vayan a serlo, se ocupen de esta temática con la seriedad y prontitud que el caso requiere, a fin de establecer o fijar políticas públicas al respecto, recordando evidentemente que “el mundo es de los jóvenes, pero también de los viejos”.

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