II

Y entonces: ¿La suerte ya está echada?

José González

Bueno, está bien. No tiene sentido pensar tan en grande, como el macrocosmos, ni tan en pequeño, como el microcosmos, si sabemos de antemano que el entorno nos supera con creces. Rodeados del infinito, siendo finitos, quedamos reducidos a la insignificancia; pero, y si le logramos hallar algún sentido a nuestra breve vida individual, tal vez es porque algo, aunque sea mínimo, podemos hacer. ¿O ya está echada la suerte? ¿Y el libre albedrío? ¿Habrá algún espacio en el que podamos elegir y ejercer nuestra libertad de acción? ¿Es posible ser autónomos frente a las circunstancias históricas ya dadas?

Según Jean-Paul Sartre, citado por Fernando Savater (7), lo primordial en el hombre es el hecho de que existe y que debe inventarse a sí mismo, sin estar predeterminado por ningún tipo de esencia o carácter inmutable. Dice él que siempre estamos abiertos a transformarnos o a cambiar de camino. Pero, pregunta: «¿y las determinaciones que provienen de nuestra situación histórica, de nuestra clase social, de nuestra situación económica, familiar, laboral o de nuestras condiciones físicas o psíquicas, será que condicionan y limitan el libre albedrío? ¿Y los obstáculos que la realidad opone a nuestros proyectos». Para este filósofo, tampoco nada de esto impide el ejercicio de la libertad. Es uno quien elige resignarse a su situación o rebelarse contra ella y transformarla. Es uno quien descubre las adversidades de su cuerpo o de su realidad al proponerse objetivos que las desafían.

También Karl Marx, sobre este particular, decía: «Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen simplemente como a ellos les place; no la hacen bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo circunstancias directamente encontradas, dadas y transmitidas desde el pasado» (8). Aunque debemos ser cuidadosos, pues este aserto nos confronta a dos falacias: la de suponer que como sujetos sociales estamos (pre) determinados como autómatas por estructuras de cualquier tipo; y la de irnos al extremo opuesto de pensar que nuestra libertad de acción no conoce límites.

Respecto a la cuestión de la autonomía, la frase de Marx es una ecuación. Cuanto más se hace efectiva la historia personal menos peso tienen las circunstancias no elegidas. Sin embargo, a veces éstas últimas son tan abrumadoras que no parece quedar espacio alguno para hacer la propia historia. La autonomía, a decir del antropólogo Alejandro Grimson, «es la ampliación del espacio para hacer la propia historia; el trabajo para restringir el peso de las circunstancias ‘objetivas’. Así, empoderarse implicaría hacer nuestra propia autonomía, en tensión con las objetividades que nos rodean» (9). En medio, pues, del infinito y de las circunstancias ya dadas, el humano en permanente rebelión consigo mismo y con el entorno es capaz de ser autónomo, y eso, estimados lectores, es un misterio por el cual la vida merece ser vivida. Hay grandeza, aunque no se vea, en la aparente insignificancia.

Notas:

7) Savater, Fernando. LAS PREGUNTAS DE LA VIDA. Ariel. 1ª Edición. 1999. Págs. 153 y 154.

8) Marx, Karl. EL DIECIOCHO BRUMARIO DE LUIS BONAPARTE (1852), en The Marx-Engels Reader. R. Tucker (ed). New York, 1978. Pág. 594.

9) Grimson, Alejandro. Seminario Virtual. Alteridades, Configuraciones Culturales y Política. CLACSO.

La Antigua, Guatemala.

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