[Juan León]

Menudencias

De corrupción y transparencia


Por cierto, la gente tiene todo el derecho de guardar, depositar o invertir su dinero y sus ahorros donde considere más seguro. Es un derecho privado que se debe respetar, en la medida en que los dineros o esos recursos sean bien habidos. Por eso, a nadie se le mueve un pelo ni considera pecaminoso que mucha gente, de todas partes, recurra a la banca suiza para preservarlo. Desde el principio de la buena fe, hay que reconocer que el solo hecho de depositar dinero en un banco suizo no implica necesariamente que los titulares estén implicados en negocios o hechos ilícitos.

El asunto de fondo tiene que ver con el medio y con el fin para el que se utiliza ese medio. En el caso concreto, ¿cuáles son los motivos que llevan a mucha gente a recurrir a esos bancos en los cuales el secreto de privacidad de las cuentas es el principal atractivo, por encima de la rentabilidad de los depósitos? Con más propiedad, si se utilizan esos depósitos como herramienta de evasión fiscal o para esconder dinero de fuente dudosa.

Con ese matiz de pecado, la investigación “SwissLeaks” sobre las cuentas personales en una filial suiza del banco británico HSBC ha puesto en evidencia la magnitud de la fuga de dinero de muchos países. Un dato a rescatar es que lo revelado hasta ahora es fruto de una investigación periodística digna de destacar. El diario francés Le Monde tuvo acceso a los datos bancarios de más de 100.000 clientes de 200 países y el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación lo distribuyó para analizarlo a medio centenar de medios de comunicación de distintos países.

Un total de 154 periodistas de 47 países examinaron los datos correspondientes al período 2005-2007. Según ese examen, sólo entre noviembre del 2006 y el 31 de marzo del 2007 por esas cuentas en Ginebra transitaron nada más ni nada menos que 180.600 millones de dólares. El HSBC Suiza dice que desde el 2008 tiene mecanismos “para impedir que sus servicios sean utilizados con el fin de defraudar al fisco o blanquear dinero sucio”. Tal vez sea cierto. Habría que conocer cómo funcionan y sin son idóneos. ¿Harán lo mismo otros bancos que funcionan en Suiza?

Buena parte de esas cuentas, se sabe ahora, sirven para el lavado de dinero. Según el experto en informática ítalo-francés Hervé Falciani, que filtró los datos que dieron origen a la investigación, “bancos como HSBC han creado un sistema para enriquecerse a expensas de la sociedad, a través de la asistencia para la evasión de impuestos y lavado de dinero” (Der Spiegel 2013). El tema preocupante, por la proximidad en el vecindario, es que en la lista filtrada de esa sola institución aparecen cuentas por montos realmente importantes de clientes de varios países sudamericanos.

El caso más notorio, por el nivel del cliente, es el de Horacio Manuel Cartes Jara, registrado en el HSBC como “agente de turismo” cuando abrió su cuenta en 1989. Llama la atención que el hoy presidente de Paraguay, dueño de un emporio de empresas dedicadas a la banca, el tabaco y las bebidas alcohólicas, deposite parte de su dinero en ese tipo de instituciones. Por los montos, llama también la atención que el tercer país con mayor cantidad de dólares sea Venezuela, con un total de 14.800 millones de dólares, y Brasil noveno, con 7.000 millones.

Por encima de las dificultades de su ineficiente administración, las denuncias de corrupción y narcotráfico son una constante en la economía venezolana. Uno de los principales clientes del HSBC es un ex guardaespaldas de Hugo Chávez, que fue presidente de la Oficina del Tesoro de su país (2007-2010) y presidente del Banco Nacional de Desarrollo Económico de Venezuela. ¿Serán ahorros legítimos los que guarda en Suiza?

Es válido dudar, también, de la legitimidad de una parte, al menos, de los 7.000 millones de dólares que tienen depositados en esa filial 8.677 clientes brasileños. El tema de debate en Brasil es hoy el escándalo de corrupción en Petrobrás, la petrolera estatal en la que alcanzó niveles históricos al punto de ponerla en situación de quiebra. Iguales dudas generan los 3.500 millones de los depósitos de clientes de Argentina, cuyo gobierno enfrenta también serias sindicaciones de corrupción y lavado de dinero.

El tema se reduce hoy a un solo banco. Es dable suponer que el total de depósitos en todo el sistema suizo es pues muy alto. Impresionante, seguramente, considerando los niveles de pobreza aún prevaleciente en nuestros países. Sin embargo, son casos tomados al azar, sólo para ejemplificar las consecuencias negativas que tiene, a nivel de imagen externa, dejar correr y sin resolver tantos escándalos de corrupción, denuncias de malos manejos administrativos o de abuso de gestión. Y en nuestro país, son ya muchos los casos sin resolver, que no es poco.

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