[Armando Mariaca]

Sensatez, cordura y respeto por el país


El desarrollo y progreso de las naciones es consecuencia de la vida y comportamiento de su población, de sus condiciones de amor y vocación para el servicio con la práctica de valores y principios que son puestos a disposición de las colectividades. Sin todo ello, es difícil que haya vigencia plena de la libertad, la justicia y la democracia, ausencias que darían lugar al reinado del libertinaje, las injusticias, el populismo, la anarquía que determinan la ausencia del orden, la concordia, el diálogo y las condiciones de paz y armonía entre todos.

Lamentablemente, especialmente en los países pobres, pese a que mucho se pregona sobre la vigencia de la Constitución, las leyes y las normas morales; no obstante que muchos de los gobiernos son legales, constitucionales y legítimos, el poder que ostentan determina que se desvíen los caminos y comportamientos de sensatez, cordura y respeto por la comunidad, por todo el Estado que está bajo su administración y surgen las políticas del “dejar hacer y dejar pasar” para que delitos como el narcotráfico, el contrabando y la corrupción se hagan normas de vida.

En nuestro país hemos pasado, en toda la historia nacional, por situaciones muy graves, desalentadoras y desesperantes por el imperio de condiciones ajenas a la legalidad y al ejercicio de valores y principios que son elementos precisos y necesarios para una real y efectiva convivencia, armonía y respeto entre gobernantes y gobernados, situaciones que han determinado la presencia de sectores de diversas tendencias que, a su modo, pretendieron buscar la restitución de las libertades con la vigencia de las leyes; pero, el logro del poder ha dado lugar a la soberbia y al enceguecimiento y se retornó a los mismos delitos conculcadores de toda libertad.

En cada gobierno, en cada régimen -constitucional o de facto- se ha tropezado con los mismos obstáculos y, en casos, han surgido los complejos de clase, racismos, revanchismos, rivalidades y deterioro de virtudes y principios; las mezquindades y egoísmos han aflorado y las ambiciones han alcanzado límites increíbles. Ahora, a diez años consecutivos del mismo gobierno, existe el deseo de que lo pasado no se repita, que haya conciencia y respeto por los derechos humanos, que las libertades sean de goce permanente, que la Constitución y las leyes readquieran la fuerza que deben tener con plena y permanente vigencia. Se espera, como esperanza suprema, que terminen los tiempos de egoísmos, odios y complejos no sólo por parte de quienes gobiernan sino por la conducta de los que están en planos opositores o simplemente diferentes de las ideologías y políticas de quienes poseen poder.

Hemos pasado por nuevos procesos electorales -12 de octubre de 2014 y 29 de marzo 2015-, procesos que deberían cumplir, como objetivo inicial evitar repetición de todo lo malo del pasado, tener vocación para corregir lo mal hecho y propósito de no cometer los mismos yerros. No caben las recriminaciones por los errores cometidos y se debe actuar conforme a la Constitución y las leyes, que haya mesura en los procedimientos, honestidad en el manejo de la cosa pública, decencia y limpieza en las conductas, responsabilidad con lo que se haga, vocación para servir y adquirir una conciencia de país, conductas que estén al servicio de la nación. Que la oposición, sea de partidos políticos, fuerzas discordantes con el gobierno o instituciones que no concuerdan con las autoridades, instituciones ajenas al partido de gobierno, etc., etc. actúen renunciando a posiciones que impliquen mostrarse como renuentes a trabajar por el país cuando la realidad que se vive exige conductas que impliquen trabajo honesto, disciplinado y responsable no sólo del gobierno sino de toda la comunidad nacional.

Con el gran acopio de experiencias del pasado, ahora es preciso crear condiciones donde la sensatez, el respeto por los derechos de los demás, la cordura, la equidad, la ecuanimidad y la justicia sean vocación y práctica digna de todos ya que en convulsión, anarquía y desacuerdos nadie ganará y, por el contrario, se crearán las situaciones para que todos perdamos como nación, como país, como Estado y hasta como gobierno. Hay conciencia en el país de que deben asumirse conductas en pro de la unidad y la concordia y, para ello es preciso evitar las confrontaciones, las diferencias radicales habidas entre grupos políticos; las competencias por intereses creados, los complejos y odios, las situaciones propicias para evitar los descontentos sociales, los bloqueos, los chantajes y todos los extremos que dividen más a la familia boliviana.

Es urgente que el gobierno entienda el papel de amor y servicio que debe cumplir, que no intente imponer totalitariamente sino convencer democráticamente con hechos que estén preñados de cumplimiento de la Constitución y las leyes; que la práctica de valores y principios sean normas permanentes de conducta como único medio de reparar lo mal hecho y administrar debida, honesta y responsablemente el país para que la población, conjuntamente todas las instituciones, cumplan su parte en la misión de construir el futuro.

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Reinició sus ediciones el primero de septiembre de 1971.

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